El voto de muchos ciudadanos no es más que papel mojado
Esto domingo 10 de noviembre, desde las 9:00 de la mañana y hasta las 20:00 de la tarde, todos ustedes podrán ir a votar a la candidatura que consideren que es la mejor para gobernar España.
Millones de papeletas entrarán dentro de las urnas y después serán contabilizadas. Muchas de ellas se convertirán en escaños del Congreso de los Diputados y del Senado. Pero no menos cierto es que muchas otras acabarán en papel mojado, en nada.
La Ley Orgánica Electoral española expulsa a los partidos minoritarios de las instituciones, con lo cual, convierte en mentirosa a nuestra Constitución y su artículo 14, aquel que dice que todos los españoles somos iguales. Ese en el que se asegura que somos iguales, incluso, a través de nuestros votos.
Pues no todos los españoles somos iguales. El voto de un ciudadano de Balears vale menos que el voto de uno de Castilla y León, de Aragón o de Extremadura. Ocho diputados a través de 800.000 votos posibles. Los de Castilla y León, por ejemplo, lo tienen mejor. Ellos escogen a cada uno de sus diputados con tan solo 68.000 votos. Los aragoneses a cambio de 78.000 votos y los extremeños con 90.000.
La Ley Electoral que este domingo regulará las votaciones, el recuento de los sufragios y la adjudicación posterior de escaños, ha dejado siempre fuera de ese reparto a los partidos más pequeños, favoreciendo así a los dos partidos tradicionales: socialistas y populares.
Por eso no sorprende que muchos ciudadanos se pregunten el por qué tendrían que acercarse este domingo hasta el colegio electoral si, finalmente, su voto no servirá para nada. Por mucho que el artículo 14 de la Constitución diga lo contrario.