El tope político al precio del gas que se utiliza para fabricar electricidad, la llamada Excepción Ibérica, ha dejado de ser eficaz. Este martes pagaremos más de 365 euros el megavatio/hora, el precio más alto desde marzo y el sexto récord más elevado de la historia.
Pero quien no se consuela es porque no quiere. Según el Gobierno de España, de no aplicarse este límite europeo al precio del gas, hoy pagaríamos la electricidad por encima de los 475 euros, 110 euros aún más cara de lo ya muy cara que es.
Y este no es el único precio disparado. Si sumamos los IPCes que afectan a los productos más básicos, hoy en día somos 3.000 euros más pobres que el año pasado. Utilizamos 3.000 euros de nuestro salario para conseguir exactamente lo mismo que hace doce meses.
La factura de la luz ha subido desde la misma fecha de 2021 casi un 50 por ciento, con lo que cada familia paga -de media- 120 euros más al mes por el mismo consumo, 40 euros más que antes. Sumando los doce meses, son 500 euros al año de sobreprecio.
La gasolina y el diésel no tan solo no se quedan atrás en esta escalada, sino que incluso la superan: 1.000 euros más al año pagaremos este 2022. Y es que aquí la cosa está peor: la subida ha sido, por ahora, del 66 por ciento. 42 euros más cada vez que llenamos el depósito. Y todo para hacer los mismos kilómetros.
El butano, asimismo, también es ahora más caro que el verano pasado: un 40 por ciento más para cocinar… Y suerte que no hay que encender las estufas.
Y si usando el transporte público, yendo a pie o apagando los electrodomésticos y las luces puedes ahorrar algo, más difícil lo tienen las familias con los alimentos.
La organización de consumidores de Baleares Consubal ha cuantificado el aumento de la cesta de la compra en un 34 por ciento, lo que se convierten en 500 euros contantes y sonantes más en alimentos, productos de limpieza y del hogar y de higiene personal. Un gasto que se multiplica si padeces intolerancias alimentarias o tienes niños en casa.
Y, por si todo lo anterior fuera poco, con las medidas que ha decretado el Banco Central Europeo para frenar a la indómita inflación, todos los créditos son más caros, incluidas las hipotecas. Si firmaste una a tipo variable, las decisiones que se toman desde los despachos de Frankfurt y Bruselas te van a costar 900 euros más al año solo en intereses.
Sumando una y otra partida, un poco de aquí y un poco más de allá, poniendo menos la lavadora, ahorrando en el supermercado, repostando menos gasolina y haciendo la vida más austera posible, de media, cada familia española deberá dedicar, como mínimo, 3.000 euros más al año para pagar todas las subidas de precios.
Lo que significa que somos 3.000 euros más pobres ya que pagamos mucho más por tener lo mismo o, incluso, bastante menos.