Svitlana Hrysko es una ucraniana que lleva 18 viviendo en la capital balear. En estas casi dos décadas ha tenido tiempo para formar una familia con dos hijas, pero no para prepararse para una guerra en su país.

"El primer día fue muy duro. No era persona, parecía más un zombie, sin poder dormir. Estaba en el trabajo, pero no veía nada, solo pensaba en una única cosa. Luego el ser humano es como es y a medida que van pasando los días te vas acostumbrando de alguna manera. Asumes lo que hay y no puedes hacer más que esperar lo que va a pasar", señala Svitlana.

Originaria de Leópolis, al oeste de Ucrania, la familia de Svitlana se encuentra, de momento fuera de peligro. "La gente ha vuelto a trabajar y de hecho estamos en la ruta de paso de muchos refugiados que llegan del este y del centro del país en su huída hacia Polonia. Algunos se quedan un día y siguen su ruta. Otros se quedan porque nadie sabe cuánto puede durar esto", apunta la propia Svitlana.

Una Svitalana que mantiene el contacto diario con sus familiares en Ucrania. Excepto con su primo. Un sacerdote greco-católico en la ciudad sitiada de Irpín. "No hemos conseguido contactar con él. Por supuesto que estamos preocupados, pero supongo que estará muy ocupado ayudando ahora a toda la gente que pueda en Irpín. Es terrible".

Antes de finalizar la entrevista, Svitlana nos cuenta cómo en ocasiones son los mismos ucranianos que permanecen en el país los que mandan mensajes de ánimo y optimismo a los que tienen la fortuna de vivir esta invasión desde la distancia. "No lo puedo explicar, pero es así. El no poder estar con ellos a mí se me hace muy duro", concluye esta ucraniana residente en la capital balear.