Las marjades, contrafuertes de nuestra Sierra de Tramuntana, empujan estos días para hacer frente al embate del coronavirus.

El paisaje, que puede parecer ajeno a nuestra lucha, nos lanza un mensaje de coraje y de paciencia. Un mensaje enraizado en la sabiduría que le otorgan siglos de experiencia.

Lluc llora la muerte reciente de Tolo Güell, mientras que el Santuari añora a sus peregrinos y excursionistas. La Mare de Déu, confinada, no recibe visitas estos días.

Las zonas de ocio y reunión de amigos y familiares no huelen a humo y panceta estos días. El balón, golpeado por los más pequeños, ya no rueda.

En pausa, nada se mueve. Todo nos espera. Que cada uno encuentre su motivo, sea cual sea, para, el día de mañana, volver como siempre a Lluc y comprobar que está tal y como lo dejamos ayer.