Olaizola demostró que a falta de pan buenas son tortas
Ganar al Mirandés no era negociable. Olaizola lo sabía y esta vez, el equipo no podía fallarle. Y así fue, se ganó, en un partido que jugado otras mil veces, termina en el cerocerismo más atroz que haya visto nadie antes. Pero Olaizola demostró que a falta de pan (fichajes de invierno), buenas son tortas (James). Y la torta salió cara en vez de cruz.
Apostó por un chaval, que ya había debutado, al que conoce bien y del que, si no se diluye, vamos a oír hablar. Es rápido, es vertical y sobre todo, descarado, se sabe veloz y no teme la carrera con su par y eso en el fútbol, es vida. Como la que le dio al Mallorca en el primer tiempo, de lo poco destacable, porque, seamos honestos, el Mallorca jugó un partido de pena, pero la misma pena que dio el Mirandés. Y a menos malo, el Mallorca fue el mejor. Porque Olaizola arriesgó, con su apuesta inicial y con su plan B, cuando metió a Lekic por la lesión de Culio. Y si bien jugó James, mejor lo hizo Lekic, que bajó la pelota, jugó de cara, peinó balones y sobre todo, metió un golazo. De 9, de delantero de toda la vida, a un centro espectacular de Saúl, por cierto. A todo esto, el partido pudo acabar en tragedia, por el larguero que dio el Mirandés y porque a Lago se le ocurrió ir a celebrar el suyo con la única grada con la que no debía. Eso sí, su gol fue para enmarcar. Estoy con Olaizola, falta mucho camino, pero el camino es menos espinoso cuando se recorre al calor de las victorias. Así que ganar era imprescindible, porque estabas, (y aún ganando estás), en un buen lío.