Efectivamente, así es desde siempre. Por esta razón, mis reflexiones reiteran machaconamente una llamada a la complicidad del ciudadano respecto “de cuanto les deja indiferentes” (Steiner).
En esta misma línea de valoración, no puedo por menos de aludir a Pérez Reverte, que vive permanentemente en los aledaños de la incorrección (de la verdad). Dice así: “el político sale de nosotros, no es un marciano; son como nosotros, son de los nuestros, de nuestras familias. Nosotros somos tan culpables como todos ellos de lo que está ocurriendo. Los políticos son parásitos de nuestra basura, de la que todos nosotros generamos”. Sin duda alguna. Por ello es tan importante que entendamos la situación política, social, económica y hasta religiosa a partir de nuestra personal complicidad, hecha muchas veces de silencio interesado y cobarde.
Sentado lo anterior, hay que estar ciegos para no darse cuenta de lo que está ocurriendo. Nada, por cierto, especialmente diferente a lo ocurrido con el fenómeno ‘Podemos’. Entonces fue recibido por la izquierda política, intelectual y mediática con alborozo pues iba contra Rajoy.
Ahora con Vox la cosa, al parecer, es distinta porque pone en jaque el predominio y la superioridad de la izquierda. De nuevo la doble vara de medir. ¡No cambian!
¿Qué está pasando en realidad? Parece que (¡ojalá se asiente y consolide!) el pueblo (al menos, una parte) se ha despertado. Ahora sigue hablando desde el hartazgo contra la interesada e ineficaz casta política, particularmente (no sólo) de izquierdas. ¡Ya está bien!, clama indignado. El mensaje es claro. Ya lo decía el refranero español: "Cuando las barbas de tu vecino vieres pelar, echa las tuyas a remojar".
Esto es lo que se teme. Por esta razón, "viviremos meses de fraudulentas descalificaciones por parte de la izquierda toda ella, además de la mediática…" (Merino). Estamos en plena eclosión de la sin razón democrática. Todo se sobredimensiona, se traspasan evidentes líneas rojas, se impone la "brutalidad mediática" (Jiménez Losantos), se saca a pasear a personajes, presuntamente, tan siniestros como Bono, se vuelve a tiempos que creíamos olvidados (involución manifiesta), se ponen las vergonzosas bases del enfrentamiento y la división entre ciudadanos, se confunde e inferna a la gente y al ambiente social y político. Todo vale y caña al mono, vocifera la izquierda. Tendremos para rato. ¡Paciencia y discernimiento!
Aquí en Mallorca padecemos más de lo mismo. Han sacado a relucir hasta las oxidadas baterías del nacional catolicismo. Otros que tal bailan. No les ha importado mentir con total descaro, ocultar su desgobierno e incompetencia, disimular la abierta desprotección de los derechos más elementales, criticar en otros lo que ellos vienen haciendo desde el principio, impulsar el ‘procés’, etc. ¡Vaya demócratas!
Hago mías las palabras de Miquel Payeras (UH): "… es imposible no constatar la sinvergüencería del PSOE que, tras pactar desde 1979 con la ultraizquierda siempre que lo ha necesitado y, ahora, intentarlo además con el ultranacionalismo, hace como si se escandalizara por que el PP pueda hacer lo propio con la ultraderecha". Al margen de si VOX es la ultraderecha o no, el reproche es perfectamente válido (la doble vara de medir).
Lo que corresponde ahora es alentar al votante tradicional de izquierdas a que despierte, a que no se deje engañar y, por tanto, siga siendo cómplice de cuanto detesta (la destrucción de España). No hay que votar a quienes demuestran tal grado de ineficacia, de involución, de destrucción de España, aunque bailen ‘boleros’. No importa hacerlo, como lo han hecho en Andalucía, a quienes, bailen o no ‘boleros’, sean del partido que fueren, aseguran mayor eficacia, mejor gobierno, más libertades y más España.