El papa Francisco, al enfrentarse con uno de los temas de nuestro tiempo, más queridos en los ámbitos eclesiásticos del gobierno pastoral (el relativismo y los valores no negociables), propone una respuesta superadora y clarificadora del planteamiento benedictino mediante una pregunta esencial para el cristiano: ¿existe la verdad? y ¿qué es la verdad? Estos son los términos de su posición:
“Benedicto XVI habló muchas veces de relativismo, es decir, de la tendencia a considerar que no existe nada definitivo y a pensar que la verdad deriva del consenso o de lo que nosotros queremos. Surge la pregunta: ¿existe realmente «la» verdad? ¿Qué es «la» verdad? ¿Podemos conocerla?¿Podemos encontrarla? Aquí me viene a la mente la pregunta del Procurador romano Poncio Pilatos cuando Jesús le revela el sentido profundo de su misión: «¿Qué es la verdad?» (Jn 18, 38). Pilatos no logra entender que «la» Verdad está ante él, no logra ver en Jesús el rostro de la verdad, que es el rostro de Dios. Sin embargo, Jesús es precisamente esto: la Verdad, que, en la plenitud de los tiempos, «se hizo carne» (Jn 1, 1.14), vino en medio de nosotros para que la conociéramos. La verdad no se aferra como una cosa, la verdad se encuentra. No es una posesión, es un encuentro con una Persona”.
La verdad en la Iglesia no es una idea, una pura abstracción, una ideología o una doctrina que, a lo largo del tiempo, hemos ido construyendo de diversas formas o mediante diferentes consensos. La verdad es Cristo, Dios que se ha hecho carne. La verdad es personal, relacional. No se coge o se deja como si fuera una cosa o un objeto. La verdad es un encuentro con una Persona: Cristo. De ese encuentro personal (fe) derivan las exigencias en el quehacer diario, en la vida ordinaria, y la misma jerarquía de ellas respecto a cualquier otro requerimiento cultural. Cada cual ha de decidirlo en su corazón, en su interior, en coherencia con la verdad inscrita en nosotros, fruto de ese encuentro personal con Cristo, que “se convierte en nosotros en principio de valoración en las opciones y de guía en las acciones cotidianas; se convierte en principio de vida” .
Esta catequesis sobre la verdad me parece un texto esencial sobre el particular, al que no se le ha atribuido la trascendencia merecida. Es la fe –el encuentro personal con Cristo- quien nos hace conocer la verdad (Él es la verdad) y su importancia para nuestra vida en todas sus facetas. En este sentido, la verdad se sitúa en un plano relacional, de superlativa exigencia, en el camino de la existencia de cada creyente.
Aquí radica, a mi entender, el problema y la urgencia mayor de la Iglesia en la actualidad. Esto es, la clave de la situación a que ha llegado -cuestiones actuales que reclaman urgente solución- y de las nuevas actitudes en el mundo actual no estriba en cómo formular más abstracciones doctrinales, formalmente impecables. La clave radica en la verdad derivada del encuentro con Jesús, que es siempre camino y vida.
Como este encuentro con Jesús es muy débil, todo resulta en Ella problemático. Es el gran tema, el tema central en el Pueblo de Dios: la fe.
En esta perspectiva, el Papa nos propone esta autocrítica:
“Preguntémonos al mismo tiempo qué pasos estamos dando para que la fe oriente toda nuestra existencia. No se es cristiano a ‘tiempo parcial’, sólo en algunos momentos, en algunas circunstancias, en algunas opciones. No se puede ser cristianos de este modo, se es cristiano en todo momento. ¡Totalmente! La verdad de Cristo, que el Espíritu Santo nos enseña y nos dona, atañe para siempre y totalmente nuestra vida cotidiana”. De esto se trata. Ser fieles a Cristo (encuentro personal).
Ser cristiano siempre y en todo momento. La verdad de Cristo, si la hemos hecho nuestra en serio, atañe siempre a la vida ordinaria de cada cual. ¿Cómo en concreto? Decisión personal, previo el debido discernimiento.
En este marco –que reclama muchas más matizaciones y como confirmación del punto de vista anterior-, Francisco, en la Carta dirigida al Dr. Scalfari, a través del periódico La Repubblica, concretó con total claridad su posición. Estos son sus términos: “En segundo lugar, me pregunta si el pensamiento según el cual no existe absoluto alguno y por ende tampoco una verdad absoluta, sino solo una serie de verdades relativas y subjetivas, es un error o un pecado. Para comenzar, yo no hablaría, ni siquiera por lo que respecta a un creyente, de verdad "absoluta", en el sentido que absoluto es aquello que es inconexo, aquello que carece de toda relación. Ahora bien, la verdad, según la fe cristiana, es el amor de Dios hacia nosotros en Jesucristo. Por lo tanto, ¡la verdad es una relación! Tanto es así que incluso cada uno de nosotros percibe la verdad y la expresa a partir de sí mismo: de su historia y cultura, de la situación en la que vive, etc. Esto no significa que la verdad sea variable y subjetiva, todo lo contrario.
Significa que la verdad se nos revela siempre y sólo como un camino y una vida. ¿No fue acaso el mismo Jesús el que dijo: "Yo soy el camino, la verdad, la vida"? En otras palabras, siendo en definitiva la verdad toda una con el amor, exige humildad y apertura para ser buscada, escuchada y expresada. Por lo tanto, es necesario aclarar bien los términos y, tal vez, para salir de los encajonamientos de una contraposición... absoluta, replantear a fondo la cuestión. Pienso que esta es hoy una necesidad imperiosa para entablar ese diálogo sereno y constructivo que tanto deseo y del cual hablaba en mis primeras líneas”.
La que se propicia por el papa Francisco no está en contraposición con la dictadura del relativismo de Benedicto XVI ni es contrario a la misma. Está en relación directa con el encuentro con Cristo (relacional). La verdad, según la fe cristiana, ‘es el amor de Dios hacía nosotros en Jesucristo’. Relacional. A partir del mismo, cada cual expresa la verdad percibida a través de su propia cultura, de las situaciones en que vive, de su historia personal, pues la verdad siempre es camino y vida. ¡’Yo soy el camino, la verdad y la vida’!, nos dejó dicho Jesús. Absoluto sólo es Dios. Por eso mismo, reclama humildad y amor para ser buscada, escuchada y formulada.
Para terminar, hago mío el resumen de Rojano al respecto: “El lenguaje del papa Francisco se separa del relativismo radical y del fundamentalismo. Por ello, propone que los cristianos no hablemos de "verdad absoluta", sino de "verdad relacional". El cristianismo se basa en el Amor que nos tiene Dios Padre por su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo. Y eso no es una verdad absoluta de la que podamos disponer, sino relacional. El único absoluto es Dios. Nosotros, aún, como dice Francisco, estamos en camino hacia Él”.