Sebastià Taltavull, que conmemora la Muerte del Señor, y concluye con la adoración de la cruz y con la comunión eucarística con las formas consagradas el Jueves Santo. Este, y el sábado santo, son los únicos días del año en que no se celebra la Eucaristía, es una tarde-noche de contemplación y adoración.
El Viernes Santo nos recuerda el viacrucis con la lectura de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan. Así se llama el camino que Jesús tuvo que recorrer llevando sobre sus hombros la cruz en la que fue crucificado, su muerte en la cruz y su sepultura. La liturgia nos hace revivir la fe, por la proclamación de la Palabra de Dios, por la adoración de la Cruz y la comunión eucarística, la pasión y la muerte redentora
de Jesús, el Señor. Aparte de las celebraciones del viacrucis, también se puede asistir al Sermón de las Siete Palabras, en el que se recuerdan las últimas locuciones de Jesús durante la Pasión hasta que muere en la cruz.
La celebración en la Seu acaba con la escenificación del Davallament, considerada una joya del teatro medieval mallorquín. Comienza recordando cómo dos discípulos de Jesús pidieron el cuerpo del crucificado al gobernador Poncio Pilato, lo bajaron de la Cruz, lo amortajaron y lo enterraron en un sepulcro. Se representa cómo, con martillazos en la parte posterior de la cruz, es desclavado. Sujetada en una tela blanca sudario, la imagen de Jesús es depositada sobre el lecho fúnebre. La imagen de Jesús, seguida por la de la Virgen Dolorosa, preside una procesión del santo Entierro en que participan el clero de la Catedral y los representantes de la nobleza mallorquina.
La procesión recorre el perímetro interior de la Catedral y concluye en el altar mayor, donde se entierra la imagen de Cristo en un sarcófago.