Son muchas las familias las que se han roto tras el fallecimiento de un familiar. Y no solo por el dolor de la pérdida, sino también por los conflictos que supone el reparto de la herencia en más de una ocasión. Una situación que muchos quieren evitar tramitando ya su herencia en vida. Una figura propia del territorio insular y de la que muchos quieren hacer uso, más ahora, tras la supresión del impuesto de sucesiones y donaciones en nuestro archipiélago.
Así lo reconoce el abogado Juan Mulet, quien asegura que "tenemos muchos clientes que ya solicitan empezar a hacerlo. Es la manera que tenemos para programar la herencia y que no haya problemas entre los hijos. He estado en varias notarías estos días y os puedo asegurar que ya hay un montón de gente que ha empezado a solicitar hora para programar esto y quedarse tranquilo".
Una tranquilidad que también supondrá un ahorro económico tras la publicación en el Boletín Oficial de la Comunidad Autónoma, el pasado martes 18 de julio, del Decreto Ley que validaba la eliminación de un impuesto siempre rodeado de polémica. Una polémica que no ha desaparecido, puesto que desde los partidos de izquierda consideran que la medida está diseñada para beneficiar a los titulares de grandes patrimonios. "Tenemos un beneficio que repercute sobre todo el mundo. Es cierto que los que más tienen se benefician más, pero todo el mundo se beneficia igualmente porque no pagarán nada", señala el propio Mulet.
Sea como fuere, lo fundamental en estas situaciones, tal y como recomiendan los expertos, es que el heredero o herederos tengan muy claro qué se quiere hacer con el inmueble en cuestión. A partir de ahí, se decidirá el valor por el cuál aceptarán esa donación o definición. Un valor que marcará la tributación posterior del inmueble si se produce una venta en el futuro.
"¿Qué valor hay que poner? Se habla del valor de referencia catastral, que es el valor que dice Hacienda que vale un bien; o también se puede optar por poner un valor que uno encuentre más cercano al valor real de mercado", señala Mulet, quien recomienda "poner un valor real. Porque si uno acepta un bien y después lo vende, tendrá que pagar entre un 20 y un 25% sobre la plusvalía, sobre el beneficio que haya obtenido. Hay que tener mucho cuidado con esto".
Una decisión que marcará la rentabilidad económica de la operación, puesto que el ahorro inmediato que puede suponer valorar a la baja el bien inmueble se puede convertir, tal y como recoge el sabio refranero popular, en pan para hoy y hambre para mañana.