Y es que comer -alimentarse para no pasar hambre- es ya todo un reto para las economías domésticas.
Recordemos que, mientras el coste de la vida ha subido un 10,7 por ciento en Baleares, las cosas del comer y del beber lo han hecho mucho más: el pan, el aceite y los huevos cuestan, ahora, un 20 por ciento más que hace solo un año.
El Índice de Precios al Consumo (IPC) del mes de agosto situó la subida media de los precios en Baleares en un 10’7 por ciento en relación al año pasado. Sin embargo, y como todas las estadísticas, las cifras ocultan otras realidades.
Nuestra comunidad, con las Canarias, ha liderado el encarecimiento de la vida en España, pero ha sido especialmente por el impulso de los precios que este año cobran los hoteleros a sus clientes. Con el ansia de volver a viajar después de la Covid y la inflación, los turistas pagan por pernoctar en Baleares más que hace solo doce meses y mucho más que en el último año antes de la pandemia.
Pero, a la hora de desentrañar lo que significa el IPC, esto no es todo. Mientras la subida media de los precios -recordemos- ha sido del 10’7 por ciento, hay alimentos imprescindibles para vivir que se han disparado mucho más.
El desabastecimiento de cereales provocada por la invasión rusa de Ucrania y el cierre de los puertos del Mar Negro han disparado hacia arriba los precios de todo aquello que tiene a la harina como materia prima fundamental. Las galletas son ahora un 14 por ciento más caras y el pan de molde ha subido su precio en los lineales de los supermercados en hasta un 24 por ciento.
Pero no todo es comer pan y sus derivados. Productos de calidad tan importantes para una buena alimentación como los huevos, la leche, las frutas, las legumbres, la carne y el pescado se han convertido en, casi, productos de lujo gourmet.
La cesta de la compra de 30 productos a 30 euros se convierte, con ello, en otra utopía. Y es que, mientras la subida de los precios de los alimentos, en el último año, ha sido del 13’8 por ciento de media, la leche se ha disparado en un 25 por ciento, el aceite en un 24, los huevos en el 22 y las frutas y verduras en 20 por ciento, mientras el pollo es un 18 por ciento más caro que hace un año y el pescado ha subido el 12 por ciento.
Con todo ello, comer se ha convertido en un auténtico Tétris de sumar y restar precios antes de pasar por caja y ha llevado a muchas familias por decidirse en los supermercados no por lo mejor sino por lo más barato.
Esta crisis, en el futuro, la recordaremos -seguro- por la subida de los precios… pero también por las consecuencias nefastas que tendrá por nuestra calidad de vida y la salud de nuestros hijos.