Sin eludir ni un solo gramo de la parte alícuota que me corresponda de una desgracia que quizás acabe con todo lo que se mueve, quiero, no obstante, dejar claro que si hace diez años el gobierno hubiera obligado a que un día circularan solo los coches pares y el otro los impares, por ejemplo, para reducir las emisiones contaminantes, millones y yo hubiéramos cumplido la ley por conciencia o por miedo a las multas, en beneficio de todos.
En cambio, también estoy convencido de que importantes como Aznar hubieran dicho que “quien es el gobierno para…”, otras, como Rajoy, que tienen “un primo que sabe mucho de eso y le ha dicho que no es para tanto” y, terminando para no aburrir, una como Ayuso habría acudido a las elecciones de Madrid al grito de “libertad” para elegir el coche que me dé la gana, tras una década entera sufriendo la insoportable represión vehicular de un gobierno ecologista, porque, ya lo dice la sabiduría popular, “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”, y si no, que alguien intente discutirle lo bien que viven en Madrid quienes han sobrevivido al Covid gracias a la “libertad de tomarse unas cañas”, aunque hayan sido menos que en la mayoría de Comunidades Autónomas de su querida España, junto con las dos Castillas, tan cercanas.
Para no seguir fracasando en las urnas, casi el único recurso de la mayoría, los tertulianos deben poner nombres a los que mandan y no toman medidas, o no dejan tomarlas. Son los mismos que creen que ellos siempre pueden, y por eso son partidarios del “sálvese quien pueda”.