La campaña electoral en Madrid se ha colado en algunas intervenciones, así como las menciones a Ayuso y a las víctimas de la pandemia, pero sin ningún tipo de efecto sobre el político sentado en la silla de delante. Y es que cada uno lleva su lección aprendida y se muestra incapaz de dejarse empapar por el temario que el otro ha traído preparado de casa.
El aburrimiento y la zozobra han espoleado nuestra imaginación para evitar caer en ese duermevela que amenaza constantemente a nuestras señorías durante su tediosa interpretación, espoleándonos a calcular el coste que tiene para los ciudadanos una nueva e inútil sesión plenaria de cuatro horas de duración.
Ni más ni menos que unos 6.200 euros sería el coste final del pobre espectáculo que nos brindan semanalmente nuestros políticos en el Parlament, unos 1.500 euros la hora de verborrea insulsa vertido por nuestros 59 parlamentarios. Cabe destacar que somos generosos en nuestro cálculo de costes, puesto que no hemos imputado las dietas ni otros gastos de personal al margen de los 59 diputados, además de los gastos corrientes e igualmente necesarios para mantener viva esta hoguera de las vanidades permanente.
