Una pitada generalizada que llenó las calles de Manacor en clara protesta por un confinamiento que se siente injusto y mal aplicado. La escasez de recursos ha impedido, desde el primer momento en que se decretó el cierre perimetral de la ciudad, el control exhaustivo de entradas y salidas, tal y como debería haber sido.
Mientras, los restauradores ven como tan solo pueden contar con sus terrazas, aquellos que las tienen. Otros permaneces cerrados. Las tiendas y comercios no corren mejor suerte. Las facturaciones se han reducido más de un 70% desde el pasado 29 de octubre en que se aplicaron las medidas del cierre perimetral decretado por la conselleria de Salut.
Los indicadores de COVID-19 han mejorado notablemente en los últimos días, y lo que resulta peor e incrementa la sensación de injusticia: otras poblaciones los tienen peores que Manacor pero no han sido confinadas.
Restauradores, comerciantes y numerosos vecinos desde sus balcones y redes sociales muestran su total indignación ante la pasividad política a todos los niveles que está ahogando sus economías.