Noguera es semialcalde de Palma al haber pactado dividirse la poltrona presidencial de Cort al 50% con sus socios de gobierno municipal del PSIB y de Podemos. La primera mitad de la legislatura fue primer edil el socialista José Hila. Ahora lo es Noguera, hasta las inminentes elecciones de mayo de 2019.
Ahí comienzan los polvos que ahora se han convertido en estos lodos. Hila ha gastado dos años al frente del Ajuntament de Palma sin solucionar ninguno de los grandes problemas ciudadanos, sino incluso empeorando algunos de ellos. La herencia recibida del PP ha sido el mantra esgrimido para justificar la parálisis municipal palmesana pero las basuras ensuciando las calles, el colapso circulatorio que bloquea la movilidad en el centro y los accesos a la ciudad, los ruidos a todas horas, los vertidos de aguas residuales en la bahía de Palma, la ruinosa presencia del edificio de Gesa en primera línea y, también, la incógnita sobre el futuro urbanístico de la Façana Marítima, además del por ahora inexistente Plan General de Ordenación Urbana de Palma, son lacras a las que nadie de este equipo de gobierno ni ha sabido ni ha querido ponerles remedio.
Dos años completos, los de José Hila como alcalde de Palma, que han dejado una dura losa sobre su compañero de pacto y sucesor.
La situación en el equipo de Antoni Noguera, además, se complica cuando una de las tres patas del taburete, la de Podemos, se tambalea por las enemistades y los odios fratricidas que minan sus áreas de decisión. Antonia Martín, regidora y secretaria general de Podemos Palma, ve como las inquinas de sus propios conmilitones morados bloquean el día a día del equipo de gobierno municipal. La aún teniente de alcalde Aurora Jhardi y los aún regidores Eva Frade y Aligi Molina convierten el grupo podemita de Ciutat en una auténtica olla de grillos en el que la gestión pasa a un segundo plano. Las divergencias partidistas entre los dos sectores, el encabezado por Martín y el personificado en el dueto Jhardi-Aligi, cortocircuitan decisiones tan relevantes como las ordenanzas municipales que deben prohibir el botellón, el top manta y el turismo incívico.
El alcalde Noguera es, por tanto y una vez más, prisionero de sus propias decisiones. Mantener un pacto que no pacta, un equipo de gobierno que no gobierna y unos concejales que no le ayudan a gestionar sino todo lo contrario es emprender la dura jornada laboral diaria cargado con un farragoso peso que fosiliza cualquier buena intención.
En paralelo, la suerte que sonríe a Noguera –que no se la ha ganado sino que se la han regalado– es la presencia en su equipo de otros regidores que, sin embargo, anteponen los intereses ciudadanos y sus compromisos con todos los palmesanos por encima de filias y fobias, enemistades y egoísmos. Un ejemplo de ello es la regidora de Seguridad Ciudadana, la socialista Angélica Pastor, que ha conseguido poner orden en los casos de corrupción de la Policía Local y ampliar la presencia de los agentes en la calle, allí donde deben estar. Prueba de esto es el reconocimiento que Angélica Pastor cosecha por parte de los pequeños comerciantes de Palma, que le agradecen los esfuerzos de su departamento en la durísima lucha contra la venta ambulante ilegal del top manta. Por cierto, una dura lucha en la que, una vez más, los palos en las ruedas a Antoni Noguera se los ponen sus propios compañeros de pacte, encabezados por las extemporáneas tuitadas de Aligi Molina.
A Antoni Noguera los regidores de su equipo de gobierno municipal se los han colocado los partidos que le han aupado al poder. Así es. Pero suya es la responsabilidad de no haber sabido poner orden en este guirigay político palmesano. Estas malas compañías se las han impuesto y él no ha sabido desembarazarse de ellas.
Peor es aún el equipo de asesores que le rodean. Ahí sí que Noguera no puede esgrimir ninguna justificación. Los asesores son cargos nombrados a dedo y que se mantienen en las cómodas poltronas siempre que los jefes se lo permiten. Tener un mal asesor es responsabilidad del que le ha nombrado y no ha sabido quitárselo de encima. Y Noguera en eso yerra.
El alcalde de Palma es el alcalde de todos los ciudadanos, de los que le han votado y de los que no. De los que le ríen las gracias y de los que le señalan los problemas. De los que aplauden incondicionales y de los que se muestran insatisfechos. Reclamar de los medios de comunicación constantes muestras de pleitesía y genuflexiones ante el equipo de gobierno municipal es, simplemente, hacerle un flaco favor al alcalde Noguera.
El rey –en este caso, el alcalde– en ocasiones va desnudo, se equivoca. Eso lo ve la ciudadanía y los medios de comunicación lo reflejan. Los asesores que no entienden el valor de la libertad de opinión masacran la gestión del alcalde. Y debe ser el alcalde el que ponga firmes a quien corresponda.
Antoni Noguera, alcalde de Palma, puede atesorar muchos méritos. Seguro que sí. Pero arrastra un pesadísimo lastre: un equipo lleno de inútiles. Las malas compañías restan a Noguera toda su hipotética capacidad para hacer aquello para lo que fue elegido: solucionar los problemas que padecen los ciudadanos de Palma. Las consecuencias de las malas compañías del alcalde finalmente las pagan los palmesanos. Y Antoni Noguera no sabe verlo.
