Tras los anteriores títulos de los “Directores” del Tripartito en el Consistorio, “Els Ganduliaires” (Los Hamaqueros), palabra que no existe en catalán, y “Els Escombrariaires” (Los barrenderos), ahora le toca al gremio de los Enterradores, quiénes deberán poseer conocimientos de catalán, orales y escritos, para enterrar a nuestros difuntos y para cuidar y mantener nuestras tumbas.
El catalán es un requisito que quita el sueño a los titulares y usuarios de la Empresa Funeraria Municipal de Palma, porque estamos seguros de que un momento de duelo y tristeza como el de enterrar a un ser querido vamos a requerir que nos atienda el personal de mantenimiento, el enterrador, en catalán o en castellano, al igual que vamos a diferenciar que nuestros familiares y amigos nos consuelen y reconforten en castellano o en catalán… Tal y como diría un párroco o cura: “por favor, para dar el pésame ruego hagan dos colas: la cola A, para catalanoparlantes y la Cola B, para castellanoparlantes”.
No me malinterpreten apreciados catalanoparlantes acérrimos, entiendo el razonamiento jurídico y sociolingüístico con el que el Ayuntamiento quiere justificar el nuevo requisito, pero no lo comparto y mucho menos apoyo, ya que en ocasiones basta el sentido común: ¿es necesario, vital e indispensable acreditar y/o certificar el catalán para trabajar como enterrador? Francamente y lógicamente no.
Nuestros estimados gobernantes no se han dado cuenta que la aplicación de Políticas de Normalización Lingüística de este estilo no son efectivas, tal vez porque se toman tras despertarse de una pesadilla sobre los Decretos de Nueva Planta de Felipe V y/o la época Franquista… Sinceramente no lo sé, pero lo que sí sé es que las medidas no son efectivas porque se toman desde la imposición, y el ejemplo más claro de ello es porque hay ciudadanos que llevan más de 30 años en las Baleares y no hablan nunca catalán o mallorquín, y lo que es más triste no tienen intención de hablarlo, aun siendo capaces de expresarse en el idioma. Eso sí que es un verdadero “Trencaclosques” (rompecabezas) merecedor del título de un thriller psicológico.
Ruego reflexión a mis apreciados “Directores” de la “productora”, Ayuntamiento de Palma, porque lo que sí puedo asegurar que la vía para la codiciada normalización es la integración y el respeto hacia toda persona recién llegada o que lleve toda su vida en la Islas Baleares, esa tiene que ser nuestra política, nueva política en la que deberíamos implicarnos todos, incluidos los profesores y profesoras universitarios de lengua catalana que casualmente acuden a un restaurante de la Sierra de Tramuntana y se encuentra con un camarero ruso que todavía no se expresa bien en mallorquín o catalán, y al que condenan públicamente en redes sociales por no atender en catalán, pero no solo a él, también al establecimiento… No realizaré más comentarios sobre el suceso, que tristemente es real.
En fin, no me queda más que augurar un éxito tremendo al “Silencio de los Enterradores”, vaticino que no nos alcanzará la vista para contemplar el final de la cola A ante las salas de cine, cola de catalanoparlantes ansiosos por entrar a una nueva sesión del filme, sin embargo, y al girar la cabeza hacia el otro lado de la calle, no importará que en la Cola B, la cola de los castellanoparlantes, no haya nadie esperando…