Ayer el Mallorca perdió, pero hacia tiempo que no celebraba tanto una derrota. Una derrota que ha llevado al conjunto dbermellón a la final del playoff de ascenso a primera división. Sí, a la final. Sí, un año justo del ascenso en Miranda. Sí, con el mismo bloque. Sí, Vicente Moreno, Mallorca te quiere.
Cuando en el último minuto pitaron esa falta, mi instinto me llevó a la última fila de la grada. No quería mirar. Con la camiseta tapándome la cara decidí asomar el ojo, por si acaso. “Se va alta” dije, pero en el momento que vi que ese balón se quedaba en la barrera bajé doce escalones de golpe. Al instante, con el pitido final me “caí” al suelo y se me escaparon unas lagrimillas.
Lágrimas que seguro se le escaparon a los quinientos mallorquinistas desplazados y a los miles que seguían el partido desde la isla. Lágrimas de ilusión y esperanzas de que, por fin, el Mallorca vuelva a dónde se merece. Son 180 minutos. 180 minutos de más y más ‘patiment’. 180 minutos de algo merecido a la par que mágico. 180 minutos para hacer historia.
Jueves, Riazor. Domingo, Son Moix. Una fiesta para el mallorquinismo que esperamos tenga un final feliz. Un equipo que el año pasado estaba en primera contra un equipo que viene de Segunda B. Valorémoslo. No será fácil y mucho menos tranquilo. Solo tenemos que hacer lo que mejor se nos da: mallorquinismo en vena. Desplazamiento (si se puede) y, sobre todo, llenar Son Moix.
Todo se decidirá en la vuelta y todo el mallorquinismo tiene que llenar el estadio. Contra el Albacete fue grandioso, pero se puede más. Veinte mil gargantas, veinte mil palmadas, veinte mil personas vestidas de rojo y negro con una única ilusión, el ascenso.