España le debe una a Alemania tras un capítulo de esperpento inolvidable en el Khalifa Internacional. En un Mundial en el que ya le sentaban en la mesa de favoritas, su fútbol no le dio para clasificarse por si misma y tuvo que hacerlo desde la remontada germana improductiva porque la Roja no cumplió con su papel tras exhibir tanta superioridad que cayó en una relajación imperdonable. De la siesta a una sensación de impotencia desconocida.
Lo preveía Luis Enrique que revolucionó su once con hasta cinco cambios, buscando frescura e insistiendo en la figura de Rodri como central, único superviviente en una defensa cambiada al completo. Buscó la profundidad con Balde y el desborde de Nico Williams. Ante una defensa de cinco debía abrir el campo. Nada le salió. Su equipo fue víctima de la monotonía.
Desde el dominio abrumador de la posesión en el primer acto, España aceleró cuando Pedri subió de marcha y la movilidad de Gavi apareció entre espacios. Solo desde el error, en una mala salida de balón de Pau Torres o un despiste grave de Busquets, con disparo de Ito al lateral de la red, Japón sintió la opción de poder hacer daño al inicio. Protegiéndose en su terreno. Esperando su momento.
La relajación llegó provocada desde la ventaja en el marcador por el hambre de éxito de Álvaro Morata. Ya había probado al portero Gonda, cuando encontró el centro medido de Azpilicueta para cabecear, libre de marca, a placer, picado abajo para situar su nombre a la altura de Zarra. Tres goles en sus tres primeros partidos en un Mundial.
Lo sintió hecho España que no había sufrido en el Mundial, apenas unos minutos de impotencia ante Alemania en la recta final, sin saber ejecutar un plan alternativo cuando adelantó líneas en la necesidad germana. Resucitó esa posesión improductiva horizontal que dejó heridas en el pasado, instalada en la improductividad. En un sesteo del que solo el hambre de Morata parecía lanzar un mensaje contrario.
Con Unai Simón caminando de nuevo por el alambre en inicios de jugada evitables que no solo instala el susto en el aficionado, también despierta rivales. Recortó encimado de zurda hacia su portería y a punto estuvo de marcarse en propia puerta. Los primeros trazos del despertar nipón llegaron con una carrera de Kubo contra el mundo, sacando a relucir dureza en un mensaje a un rival que se sintió clasificado.
Una debilidad desconocida con Luis Enrique al mando, apareció en unos minutos de incertidumbre en el arranque del segundo acto. En cuanto Japón pasó al plan b, con retoques de su seleccionador Hajime Moriyasu, salió a morder y sacó a relucir todas las carencias insospechadas de España. Blando en la pugna por un balón Balde, como no en pase de riesgo de Unai tras cesión evitable de Rodri. La lenta reacción del portero al disparo centrado de Doan provocó el empate.
En dos minutos que pasan a la historia negra de los Mundiales de España, Japón volteó el marcador. Tardó más el VAR en dar validez a su segundo tanto que los 'samurais azules' en dar una bofetada de realidad a la Roja. El centro por la banda de Balde, Unai sin atreverse a dar el paso al frente y la pelea con corazón por un balón que parecía haber salido por línea de fondo antes de que Tanaka marcase a placer.