Habían pasado dos décadas desde que España alcanzó la penúltima ronda del torneo y Austria, una selección debutante, era una rival superable para igualar ese récord. Además, la derrota por la mañana de Alemania en cuartos de final abría el camino hacia la final y se abrían las puertas a más sueños.
El todopoderoso equipo germano, campeón de las seis últimas ediciones, cayó antes de tiempo y tanto España como Austria vieron una rendija abierta para la final con un enfrentamiento previo ante el verdugo de Alemania, Dinamarca.
España llegó a la cita con sólo tres puntos en la fase de grupos después de ganar a Portugal y de perder ante Inglaterra y Escocia. Los resultados no invitaban al optimismo, pero la derrota ante las escocesas fue medio gratificante por el buen juego que desplegó el equipo de Vilda.
Pese a esas buenas sensaciones, aún había carencias que mejorar, como la falta de acierto goleador y algunos problemas defensivos que causaron problemas en algunos instantes del torneo. Por eso, Vilda hizo tres cambios para asaltar las semifinales y aparecieron Bárbara Latorre, Mari Paz y Mapi León.
Con la primera buscó más velocidad, a la segunda le dio la titularidad después de su gran segunda parte contra Escocia y la tercera sustituyó a Leila Ouahabi en un lateral. Esos cambios funcionaron durante la primera media hora, en la que España dominó el choque a base de control, tal vez demasiado, pero efectivo aunque sin concretar apenas jugadas.
Sólo un remate de Vicky Losada en los primeros minutos que salvó la portera Manuela Zinsberger y un disparo de Irene Paredes que se marchó por encima de la meta defendida por Austria, inquietaron a las centroeuropeas, que en la segunda parte se quitaron el dominio español de encima.
España perdió un poco de posesión, Austria inquietó con más velocidad y aprovechó su mayor fortaleza física para arrinconar en algunos tramos del segundo acto al cuadro de Vilda. Aún así, tampoco hubo excesivas ocasiones, salvo un cabezazo de Nadine Prohaska a la salida de un córner que salvó Sandra Paños con una buena intervención.
No hubo más, excepto un disparo lejano de Jennifer Hermoso al final y un fútbol de control mutuo tremendamente aburrido que acabó mandando la eliminatoria a la prórroga. En ella, todo siguió igual y los penaltis decidieron el destino de España.
Silvia Meseguer, una de las mejores de la selección a lo largo del torneo, tuvo la mala suerte de fallar el penalti que dio la victoria a Austria. Se lo paró la portera austríaca. Olga García, Amanda Sampedro y Marta Corredero acertaron. Sus rivales marcaron sus cinco lanzamientos y España se quedó al borde de igualar las semifinales de 1997, su mejor registro nunca visto. Y así seguirá.