Allan Barreto es un tipo serio que ha cambiado su gesto en esta pretemporada. Su cara destila felicidad, satisfacción, orgullo. Sonríe más de lo habitual. Y no es para menos. Se siente jugador otra vez. Ha dejado atrás cinco meses de mucho trabajo en silencio para que la rotura en el ligamento colateral de la rodilla izquierda quede en el olvido. El reencuentro de los jugadores con el balón y el parqué de Son Moix ha sido especial para todos por las circunstancias, porque ninguno estaba acostumbrado a estar tanto tiempo sin jugar, pero Allan lo siente de forma distinta. Es la culminación a muchos meses de sacrificio, de esfuerzo, de sufrimiento. En realidad, el brasileño ha estado casi el mismo tiempo sin competir que el resto de sus compañeros por la pandemia y la suspensión de la fase regular de la pasada temporada pero el calvario iba por dentro. “Fue la lesión más grave que tuve en mi carrera, en un momento complicado para mi porque con la pandemia que paralizó el mundo del fútbol sala y también me dificultó la recuperación porque tuve que ir a tratarme en Brasil” recuerda Allan, al que la lesión le coincidió con la obligación de ir a renovar su permiso a Brasil. Se marchó para volver en unos días pero el estallido del coronavirus le obligó a quedarse en Brasil y trabajar allí por su propia cuenta y con la ayuda de los profesionales del club desde la distancia. Él solo tuvo que trabajar como pudo para superar la lesión durante tres meses hasta que ya pudo regresar a finales de junio. No ha tenido vacaciones, no ha descansado. En su cabeza solo estaba iniciar la pretemporada como uno más. “Fue una lesión muy complicada justo cuando llegué al club y tenía planes para hacer una gran temporada aquí, pero la lesión me paró. Ahora, gracias a Dios, está todo bien, quiero vivir grandes momentos esta temporada y toca trabajar con cabeza para que todo vaya bien” reconoce entre las sonrisas que delatan que la pesadilla ha quedado para el recuerdo. “Ya ha pasado todo y toca vivir el futuro, que tengo la certeza que me va a deparar cosas buenas de ahora hacia delante” sentencia.
El nuevo Allan ha aprendido de la situación que le ha tocado vivir. Todos los jugadores aprenden y cambian la visión de las cosas cuando superan una lesión grave por primera vez. Como todos nosotros vemos el mundo de forma diferente tras un confinamiento que nadie esperaba. Se valora cualquier cosa cotidiana igual que el jugador percibe cada entrenamiento como una nueva oportunidad para disfrutar de lo que más le gusta. “Ahora busco entrenar y aprender” a la vez que reconoce que “esta pretemporada larga me está ayudando para recuperarme mejor de la lesión y cada vez me da más confianza para poder jugar”. Ese será el siguiente reto: jugar un partido, alcanzar la satisfacción plena, el reto que hace cinco meses se veía muy lejos y que ahora tiene al alcance de la mano. “Toca seguir trabajando esperando que vuelvan los partidos y, si Dios quiere, volver lo más rápido posible para poner en práctica todo lo que estamos entrenando” admite.
Uno de los apoyos más importantes lo ha encontrado en el vestuario, en sus compañeros. Todos coinciden que Allan es el cuarto refuerzo para este año. Y de los más importantes que pueda tener una plantilla por el factor motivacional. “Para mí es como si llegase al Palma Futsal ahora, como un nuevo fichaje también porque todavía no conseguí demostrar mi valía ni mi juego, aunque mis compañeros siempre me apoyaron y tengo la certeza de que irá todo bien este año” reconoce entre sonrisas. También se muestra ilusionado con “el objetivo de hacer un gran año y, junto a mis compañeros, buscar el soñado título para el Palma Futsal, que estamos aquí para esto”.