Y todos al unísono intentan eludir sus responsabilidades. Podemos, causa y origen del barullo, pretende cargar sobre un PP que no ha evitado la tentación de pescar en río revuelto la culpa del bloqueo parlamentario, mientras sigue sin desvelar la incógnita de la identidad de la nueva presidencia, una vez conseguido el objetivo de desalojar del despacho a la ya ex Consuelo Huertas, a mayor gloria de Jarabo, entre otras razones porque no está en condiciones de garantizar que no vaya a repetirse el escándalo, tan notoria es su falta de banquillo.
El actual presidente en funciones y aspirante a quedarse, el socialista Vicenç Thomas, en un ejercicio de imprudencia rayana en el cinismo, ha hablado de “vuelta a la normalidad”, sin referencia pública alguna del perfil político que ha significar esa pretendida normalidad. Thomás sin duda confunde sus deseos personales de ser presidente del Parlament con la realidad de un juego de equilibrios que registra una intensa inestabilidad. Y, por fin, el portavoz de Més, David Abril, que se dedica a emponzoñar el ya de por sí enrarecido ambiente enviando mensajes acerca de “lo que ha fallado” en el Parlament, con clara referencia a sus cordiales adversarios de Podemos.
Entre todos consolidan el convencimiento de que el llamado interés general les trae al pairo y encima, al intentar disimular, ofenden la inteligencia ciudadana.