Aunque usted no lo perciba desde la cómoda torre de marfil que ahora ocupa, es abismal la distancia que existe, por un lado, entre sus apriorismos ideológicos elucubrados desde un despacho institucional y, por otro, la dura realidad vital que sobrelleva la ciudadanía. Tanta distancia como la que hay entre sus fantásticas ensoñaciones utópicas y la crisis que arrostra la sociedad civil en estos tiempos pandémicos.
Ahogados por la catástrofe económica, social y laboral que ha provocado la enfermedad asesina de la Covid-19, que está enterrando a miles de empresas, a usted y a sus conmilitones del Consell de Mallorca –encabezados por la presidenta Catalina Cladera– no se les ocurre otra peregrina idea que hacer aún más difícil la movilidad por la ya de por sí colapsada ciudad de Palma.
Sin desmerecer que se deben adoptar medidas que acoten la contaminación atmosférica y que, también, hay que compatibilizar la libre y fluida circulación de las personas y de las mercancías con la comodidad cívica, no es de recibo hacerles aún más complicada y difícil la supervivencia a los miles de trabajadores, autónomos y empresarios que se ven obligados a circular por la única vía abierta al efecto para evitar el tránsito por el centro de la capital balear.
Usted solo o simplemente asesorado por sus compañeros de ideología, sin consultar a nadie de los sectores afectados, sin la experiencia del que ha trabajado horas y horas detrás de un volante, cargando y descargando camiones y furgonetas, facilitando desde los taxis la movilidad de los ciudadanos, yendo y viendo de casa al trabajo y viceversa, usted –que, por cierto, no es usuario de la Vía de Cintura y sólo sabe de su existencia por las fotografías y los papeles– ha decidido unilateralmente que hay que limitar su eficacia imponiendo sin consenso ni diálogo algunos sus apriorismos ideológicos particulares a la realidad que de verdad afrontan los ciudadanos y que usted solamente parece conocer de oídas.
Si su opción de matar las moscas a cañonazos ya es de por si estrambótica y desproporcionada, más lo es cuando sus promesas electorales son, hoy por hoy, falacias y papel mojado. ¿Dónde están los aparcamientos disuasorios en los accesos a Palma desde las autopistas del aeropuerto, Manacor, Inca y Calvià que debían hacer más fácil la llegada al centro de la ciudad? ¿Dónde están los autobuses lanzadera desde estos mismos aparcamientos disuasorios para evitar la penetración de vehículos en el casco urbano? ¿Dónde están los trenes rápidos? ¿Dónde están los autobuses punta a punta? ¿Qué ha hecho usted de todo lo prometido? ¿Dónde están las soluciones alternativas, europeas, cívicas y realmente eficaces para compaginar la movilidad ciudadana y la salvaguarda del medio ambiente?
Señor Sevillano:
Ha empezado usted por lo más fácil: imponer y ordenar. Una práctica esta, la de dar órdenes antes que dialogar y convencer, cada vez más extendida y utilizada por los que como usted quieren teñir de morado nuestra convivencia. Sea usted aquello que dice querer ser y que realmente no es. Sea dialogante y trabaje codo con codo, mano a mano con los sectores afectados sobre todas las posibles soluciones verdaderamente útiles y eficientes que nos ayudarán a compaginar la realidad pandémica, la preservación del medio ambiente y el progreso económico del que dependen, por cierto y si aún no lo sabe, miles de puestos de trabajo y la felicidad de las personas y familias que con ellos sobreviven.
Bájese de su ideología castrante y dialogue con los que de verdad saben lo que es trabajar duro para ganarse el sueldo y sacar adelante a sus empresas.