Con el escándalo de los 16 niños y niñas tutelados por el IMAS víctimas de una red de prostitución de menores todavía muy presente, esta condena no es más que otro desgraciado ejemplo de la ineficacia de los responsables llamados a cuidar y ayudar a los menores más desgraciados de nuestra sociedad.
Las dos menores tuteladas asaltaron con violencia a una mujer en un parque de Palma el 22 de septiembre de 2017. Tiraron a la víctima al suelo, le estiraron del cabello y le propinaron patadas por todo el cuerpo para robarle el dinero en efectivo que llevaba encima y que no superaba los 80 euros.
La sentencia razonada de la Audiencia Provincial pone ahora en evidencia que estas dos menores no tendrían que haber salido nunca de sus casas de acogida sin el acompañamiento y la vigilancia de los tutores, ya que habían mostrado síntomas evidentes de desarraigo social.
Y es que según recoge la sentencia, la primera de las menores había sido definida por los especialistas del IMAS como "significativamente disfuncional", sumando además "abundantes antecedentes delictivos". En el caso de la segunda adolescente, según los propios especialistas en menores del Consell de Mallorca, "no cumplía las condiciones para mantenerse en libertad".
A pesar de las reiteradas advertencias de los especialistas en menores conflictivos, ninguno de los responsables políticos ni institucionales nombrados a dedo, tanto en el Consell de Mallorca como en el Govern balear, hicieron nada por evitar sus actos delictivos, además de la propia, y más que preocupante, degradación social de estas dos adolescentes.
"Nada se hizo" por evitarlo. Esta es la conclusión a la que llega la Audiencia Provincial en el momento de condenar de manera firme al Consell y al Govern a indemnizar a la víctima del asalto.
"Nada se hizo" por evitar la violencia, el robo y el delito.
Y "nada se hizo", tampoco, por dotar de una mínima esperanza el futuro de estas dos adolescentes. Dos menores, presuntamente, tuteladas por el Consell y el Govern que, poco a poco, han ido tropezando hasta llegar al agujero negro de la delincuencia y, quién sabe, si en desgracias peores.