La idea, según la propia compañía, era la de renovar Magaluf con este ambicioso plan y, de esta forma, alargar la temporada y atraer turismo familiar y deportivo y “mejorar y modernizar la oferta complementaria de ocio y comercial, así como la reputación del destino”
El pasado viernes la presidenta del Consell Insular, Catalina Cladera, en una entrevista en un medio radiofónico nacional venía a decir que cambiar el modelo turístico consistía en cambiar Magaluf y reconocía que las administraciones públicas hace años que venían hablando de hacerlo y que el Covid19 era la oportunidad para cambiarlo.
Diferentes órganos mismo mensaje: Hay que acabar con Magaluf”. Grosso error, a mi juicio, pero propio de la ambición de los hoteleros, por un lado, y de la ineptitud de los políticos al frente de las administraciones por otro (por salud mental, prefiero llamarles ineptos antes que tener que reconocer que los unos mandan sobre los otros, en este mismo orden).
La gran cadena hotelera pretende instaurar su orden empresarial y eliminar, con el beneplácito de las administraciones, aquello que considera perjudicial para sus intereses independientemente de la cantidad de cadáveres que vaya dejando por el camino, todo sea por el bien del cambio de modelo turístico y la erradicación del turismo de borrachera, aunque, ese mismo turismo haya sido el motor del crecimiento de la empresa.
No hay ni un solo partido que en su programa electoral no haya incluido el cambio del modelo turístico. Traer turistas mejores, con mayor poder adquisitivo y que, en lugar de emborracharse vayan a visitar la catedral, Valldemossa o Deyá. Lo que nunca decían en sus programas es que esto es un mensaje trampa publicitario porque ni quieren ni saben como hacerlo, pero conociendo al electorado les da igual repetir la misma mentira tantas veces hasta que se convierta en verdad cosa, en este caso totalmente imposible.
Entre tanto, algún lucido, una buena mañana tuvo la grandísima idea de crear el famoso decreto de zonificación para luchar contra el turismo de excesos, donde la distancia entre los lugares donde se aplica la ley seca y donde no es de unos escaso metros y, como no rodearon con alambres de espinos y concertinas las zonas apestadas, el decreto y nada son exactamente lo mismo.
Y llego la pandemia, el maná esperado por los políticos para que, ante su incapacidad, llevase a cabo la transformación tantas veces anunciada y jamás ejecutada. Pobres ilusos, pensaban que cerrando Punta Ballena a cal y canto se acabarían todos los males del turismo de excesos y el nuevo modelo florecería, por generación espontánea, como las florecillas silvestres en primavera y que había que quedarse sentados esperando a que el milagro se completara.
Y ahí siguen, sentados en sus poltronas esperando que la enfermedad haga lo que ellos han sido incapaces de hacer, pensando que si arruinan a aquellos que viven del turismo de excesos habrán acabado con el mal, pero se olvidan de lo esencial: la oferta de ocio barata no es quien le trae a este tipo de clientes, ellos solo los reciben y se adaptan a la demanda que tour operadores y hoteleros les ofrecen. Pero carecen de la valentía política para enfrentarse a ellos y exigir que nos provean de otro tipo de producto.
Arruinaremos a los que venden alcohol barato, a los que caminan a diario sobre el cortante filo de lo legal y lo ilegal y vendrán otros que compraran los negocios a precio de saldo para seguir haciendo lo mismo porque los hoteleros tienen que llenar todo el exceso de plazas que tenemos y tendrán que seguir trayendo a los mismos turistas y será volver a empezar y a rezar para que venga una nueva pandemia y sea más generosa que esta.
El cambio de modelo, tan necesario, no se podrá hacer realidad mientras tengamos los políticos que tenemos, los tours operadores que tenemos y los hoteleros que tenemos. Tan solo con un gran pacto en el que estén todos de acuerdo, Administración general del estado, Govern Balear, Consels, ayuntamientos, tour operadores, hoteleros, comerciantes, sindicatos, organizaciones vecinales, etc y que, además, sea un pacto que no se puede modificar ni cambiar en función de quien nos gobierne.
Hasta que no consigamos este consenso será totalmente imposible el cambio, por muchos Magaluf que cerremos.