Los actos de la tragicomedia, si no se tratara del Parlament sería solo una mediocre comedia bufa, se suceden con tal celeridad que ya hemos enviado al baúl del olvido el carácter del funcionamiento interno de Podemos: el partido cuyos dirigentes siguen llenándose la boca con frases grandilocuentes para declararse paladines de la nueva política se rige por los mismos criterios del lado más tenebroso de los partidos políticos: “si eres buena niña…”
Las complejidades jurídicas a las que se aferran los protagonistas de esta cruenta batalla por la presidencia del Parlament - una burda pugna de ambiciones personales por el poder - pasan a segundo término y pierden cualquier validez cuando una reunión de la Mesa de la Cámara termina por falta de quórum, por el abandono estratégico de los dos representantes del PP y la misma presidenta, y las portavoces de Més y PP se cruzan epítetos de cierto calibre en los pasillos de la Cámara, sin recato alguno.
La falta de mayorías absolutas después de las elecciones autonómicas de 2015 debía propiciar, decían, que ésta fuera la legislatura del diálogo. Han convertido el Parlament en el escenario de discusiones con un aire tabernario que provoca vergüenza ajena a quienes todavía mantenemos un cierto interés por los asuntos públicos. Y por mucho que la presidenta Armengol y sus socios de Més aspiren a transmitir que aquí no pasa nada, salvo un problema interno de Podemos que no afecta a la gobernabilidad de Baleares, ya no cuela. La realidad es que su falta de respeto a la institución parlamentaria lleva inexorablemente a cuestionar cualquier acción de gobierno. Para todos ellos es más importante el grotesco espectáculo que protagonizan que el futuro de la financiación de las Islas. Es sólo un ejemplo. ¡Vale ya! Dejen de hacer el ridículo, pidan perdón y de una vez pónganse a trabajar.