Alcanzar la “nueva normalidad” va a ser un camino doloroso en el que, a seguro, muchos quedaran tirados en la cuneta y no llegaran al final. Como siempre, los más afectados serán los pequeños y medianos empresarios, autónomos y trabajadores que verán peligrar sus negocios y trabajos como consecuencia de las restricciones impuestas a nivel internacional para frenar la pandemia.
Nos hemos dedicado a cultivar un tipo de turismo de baja calidad dirigiendo toda nuestra oferta hacia el mismo, en manos de turoperadores y hoteleros mas preocupados en el día a día que en el negocio a largo plazo y ahora pagaremos las consecuencias.
Las autoridades nos dicen que esta situación no comenzará a revertir, por lo menos, hasta el mes de julio cuando empezaran a permitir la llegada de turistas a nuestras Islas, por lo que con la recesión económica prevista y el miedo a la infección, el número de personas que nos visiten será muy inferior al habitual y, posiblemente, dados a una menor movilidad por el miedo al Covid-19, los que vengan se quedaran en las piscinas de sus hoteles o como mucho saldrán para ir a la playa.
Zonas de Mallorca como Magaluf, Palmanova, Santa Ponsa o Playa de Palma se dedican en exclusiva a ese tipo de turistas. Son cientos los comercios, souvenirs, bares, restaurantes, etc. que ofertan sus productos a esos turistas de los que tanto y tan mal hablamos pero que, nos guste o no, de momento son los que nos dan de comer. El problema está en como van a superar esta larga temporada baja sin clientes, sin ingresos y con los mismos gastos.
Llevamos años y años escuchando hablar de la necesidad que tenemos de cambiar el modelo turístico, diversificar y ampliar los ámbitos de producción y alejarnos del mono-cultivo, sin que hasta este momento esto no haya sido más que eslóganes de campañas electorales, discursos vanos y brindis al sol sin contenido, estrategia o plan. A los políticos de nuestras Islas les falta valentía (política se entiende) para acometer los cambios, sabedores de los sacrificios y esfuerzos que tendrían que hacer y, sobre todo, los costes políticos que les podría suponer. Los turoperadores y hoteleros ni están ni se les espera en este proceso, para ellos el nuevo modelo turístico no va más allá de algunas inversiones, muy necesarias, por cierto, en modernización de sus establecimientos a cambio de grandes subvenciones y otros beneficios de dudosa legalidad moral. Los sindicatos porque están convencidos que todas las guerras laborales ya están ganadas y no hay ninguna más por plantear y luchar o, dicho de otro modo, la paz social les ha aletargado y sedado. Como decía antes, al final siempre pagamos los platos rotos los mismos, los mas débiles, los pequeños y medianos empresarios, autónomos y trabajadores que nos vamos, irremediablemente, al paro o a la ruina.
Pero no todo está perdido. Una vez que sabemos que vamos a sufrir este proceso, aprovechemos para hacer esos cambios tan necesarios y de los que tanto hablamos. Iniciemos el camino hacia el cambio de modelo, aunque sea por imposición en lugar de por convencimiento. Dejémonos de palabrería y pasemos a la acción. No vamos a tener otra oportunidad como esta. Demos el paso primero hacia una reconversión de nuestro modelo, cambiemos el concepto ejecutando las acciones necesarias y avancemos hacia ese otro modelo turístico más sostenible.
Los políticos que tantas y tantas veces nos han dicho que están trabajando hacia ese otro modelo, hoy mendigan por los mercados emisores que nos envíen a esos turistas de los que renegaban en campaña. Los hoteleros entienden que el nuevo modelo pasa por ampliar los hoteles saltándose la normativa urbanística con el beneplácito y la bendición del gobierno de izquierdas, verde, ecologista y, por encima de todo, cobarde (políticamente hablando).
Hoy, la gallina de los huevos de oro está enferma, no seamos estúpidos y le cerremos la herida sin más, ahora que ha de entrar en el quirófano aprovechemos para quitarle todos los tumores, salvemos a la gallina para siempre en lugar de prolongar su agonía.