Alcaraz comienza su carrera artística como escultor y grabador. Partiendo de los conceptos tradicionales de la pintura y la escultura, reflexiona sobre el volumen, el lenguaje y el tiempo, mediante el empleo de elementos como el agua, el cristal, los espejos y los libros. Son elementos recurrentes en su obra, que le sirven para hacer de forma artesanal e imaginativa, esculturas pintadas o pinturas esculpidas.
En su lenguaje pictórico prevalecen el blanco y el negro y la interrelación de transparencias y agujeros, que hacen posible la visión de espacios arcanos. Recurre, con frecuencia, en los títulos de sus obras, a juegos poéticos de palabras cercanos a los poemas visuales de Joan Brossa. Juega con los materiales, buscando despertar la curiosidad en el espectador: cristales que se derriten o se contraen; bolsas pigmentadas que se hunden en superficies cristalinas; esculturas de madera que atraviesan urnas de metacrilato. Sus obras, en las que utiliza elementos muy simples, son según él mismo, “piezas inacabadas que buscan superar los límites tradicionales de los géneros artísticos”. El artista establece, a través de esas obras, una relación inédita y metafórica con el mundo.
Como es habitual en su obra, su trabajo es más conceptual que de ejecución, se empeña en que el espectador entienda el sentido de su obra. Por eso, parece que cada una de las piezas – y todas ellas en su conjunto- le sirve al artista como herramienta de catarsis, como forma de verter sus reflexiones. Y resulta que al final, con los elementos justos, produce una obra absolutamente elocuente, llena de juegos malabares y contrasentidos y cierta dosis muy sana de auto ironía. Austero en técnicas y tacaño con los colores, el artista es, sin embargo, generoso en lo que a conceptos y la ironía se refiere.