Los protagonistas no son otros que Matthew Wangeman, el padre, y Elijah Wangeman, el hijo. La estrecha relación entre un padre y un hijo. La peculiaridad del documento, si es que puede calificarse de este modo, es la discapacidad del progenitor, afectado por TEA (trastornos del espectro autista) y discapacidad cerebral.
La paternidad con discapacidad y la enorme normalidad con la que lo enfrenta el hijo adolescente. Contra todo pronóstico, Elijah incluso califica a su padre de "bastante normal" e incluso "aburrido".
El documental, revelador e inspirador a partes iguales, tiene una duración muy razonable. Hay pocas excusas para no ver verlo y reflexionar sobre ello.
Llama la atención la elocuencia con la que habla Elijah, el hijo. No hay duda de la inmensa admiración del adolescente por su padre, y de la propia celebración de la vida en todas sus vertientes por parte de Matthew.
Un cortometraje maravilloso, elegante y tremendamente rico en contenido, a pesar de su brevedad. Un nuevo y NECESARIO recordatorio de que ha de redefinirse la discapacidad, y ser capaces de ver mucho más allá de las sillas de ruedas o los punteros para comunicarse.