El advenimiento de un político a las responsabilidades de la gestión pública de cualquiera de nuestras instituciones democráticas siempre provoca entre la ciudadanía expectativas de mejora colectiva. Este apriorismo bienintencionado, tan extendido como falso, con usted es obvio que no va a pasar.
Personalmente enrocado en las poltronas del salón de plenos de Cort, lleva usted ya demasiado tiempo demostrándonos todo lo que es capaz de hacer y, también, todo lo que no. Especialmente más de lo segundo que de lo primero. De lo que podemos y de lo que no debemos esperar de su alcaldía.
Regidor en el equipo de gobierno municipal de la alcaldesa Aina Calvo durante cuatro años. Regidor otros cuatro años en la oposición. Alcalde de Palma durante 24 meses gracias a sus socios políticos de MÉS per Mallorca y de Som Palma y, inmediatamente después, teniente de alcalde de Urbanismo otros dos años. Una eternidad, toda una vida amarrado a la ubre pública, recibiendo en su cuenta corriente transferencias salariales desde los presupuestos municipales, sin bajarse de las prebendas de los cargos y sin acercarse a una empresa privada sino es para visitarla y salir enseguida corriendo tras hacerse alguno de sus ya repetitivos ‘selfies’ publicitarios. 16 años viviendo de la política, 16. Ahí es nada. Y ahora sumará otros 4, como mínimo. Todo un ejemplo de aquello que los italianos denominan despectivamente un ‘culi di ferro’.
Su currículum, pues, nos permite conocer, sin ser demasiado perspicaces y de forma fidedigna, qué es lo que podemos esperar de usted. Y eso es así ya que a usted le persigue su biografía, sus eternos años al frente de responsabilidades públicas en el Ajuntament de Palma. No puede esconderse detrás de palabras huecas ni de discursos rimbombantes como el que pronunció el pasado sábado día 15 de junio cuando asumió la presidencia del consistorio de Ciutat.
Lo que ha hecho usted, y todo lo que también ha dejado de hacer, se lo tropiezan día a día los ciudadanos de Palma, los mallorquines que se acercan cada jornada a Ciutat para trabajar o hacer gestiones y los turistas que han elegido la capital de les Illes Balears para disfrutar de sus vacaciones.
Las evidencias son las que son y, aunque las queramos esconder bajo parlamentos grandilocuentes, se abalanzan sobre nosotros a la vuelta de cualquier esquina. La Palma que padecemos ahora es, en gran parte, producto de su propia gestión. De la suya personal y de los que le han acompañado al frente del consistorio de Ciutat. Por tanto, en ningún caso comenzamos ahora una nueva etapa, sino que continuamos otras pasadas.
Y de esos tiempos pretéritos nos ha quedado una ciudad caótica, con un tráfico endiablado, con suciedad en demasiados rincones, con un bloqueo administrativo demencial, con la momificación perniciosa de la concesión de licencias urbanísticas y comerciales, con un elefantiásico equipo funcionarial burocrático que se retroalimenta en su parálisis, con unos comerciantes de proximidad ahogados por políticas hipócritas, con barrios absolutamente degradados a causa de su propia inoperancia y de los que con usted lo han permitido… Y en este último punto queremos destacar la irrespirable realidad que padecen los vecinos de Son Gotleu, Son Canals, Pedro Garau, Can Capes, Virgen de Lluc, Polígono de Levante, La Soledad, Son Fortesa y de tantas otras barriadas que conviven obligados por su estulticia y pasividad con las destructivas mafias que alimentan la delincuencia de los robos de coches, viviendas y comercios, de los carteristas, de los okupas, del tráfico de drogas y de la prostitución de mujeres trasladadas a nuestra ciudad engañadas y violentamente obligadas.
Este es su verdadero legado. Sí, señor Hila, este y no otro.
Ante esta evidente realidad, nos ha sorprendido enormemente su discurso de aceptación del cargo de alcalde que pronunció en el Salón de Plenos del Ajuntament de Palma tras ser investido por sus compañeros ideológicos el pasado sábado 15 de junio.
Y decimos nos ha sorprendido para no dejarnos arrastrar por los sentimientos de una explosiva indignación. Una explosiva indignación al escucharle decir con su habitual desparpajo que sus principales objetivos desde el sillón de primer edil de Ciutat en esta legislatura que ahora empieza serán solucionar los problemas cotidianos que padecen sus convecinos por la falta de vivienda adecuada para las clases medias y las parejas jóvenes, los colapsos circulatorios, la limpieza y el buen estado de las vías públicas en todos sus conceptos y también –no podía faltar esta coletilla tan repetida pero tan pocas veces atendida– la diversificación de la economía de Palma acudiendo a las iniciativas que apuesten por las nuevas tecnologías.
¿No se da cuenta usted, señor Hila, que esto que dice que ahora va a solucionar nos lo ha provocado precisamente usted mismo en sus etapas anteriores al frente de las áreas de gestión del Ajuntament de Palma? ¿Qué todos estos problemas que usted asegura que va ahora a erradicar son todos ellos absolutamente suyos? ¿Qué la falta de vivienda digna ha sido provocada porque usted, desde su poltrona de regidor de Urbanismo y alcalde de Palma, no ha sido capaz de poner en marcha un nuevo Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad que solvente este problema? ¿Qué los colapsos circulatorios ha podido usted solucionarlos con las iniciativas que desde hace meses los expertos le proponen pero que usted no ha impulsado? ¿Qué la ciudad está sucia y usted ha sido, primero, el alcalde y, después, el teniente de alcalde de esta ciudad sucia? ¿Quiere que sigamos o lo dejamos aquí?
Ha podido hacer usted mucho desde los cargos que ha ocupado a lo largo de muchos años, pero lo que nos ha dejado es una ciudad insostenible a la que ahora, después de ingresarla en la UCI en estado catatónico, dice que va a resucitar. El curandero matacabras metido a iluminado sanador.
Sufrimos una ciudad incómoda en la que la realidad es evidente y obvia para una ciudadanía que, sin excepción, la vive, la soporta y, lo que es peor, la padece.
Señor Hila:
Dice el aforismo que el papel lo aguanta todo. Y su discurso de investidura del pasado 15 de junio es un ejemplo claro de ello. Después de ser testigos todos los ciudadanos de la Palma en la que vivimos hoy en día –una Palma de la que usted es coautor material y intelectual– se nos caen de las manos los folios de ese mismo discurso al leer en ellos –y escucharle a usted decirlo– que, textualmente, “el cambio continúa”. ¿Qué cambio? ¿El cambio de los embotellamientos, de la falta de viviendas, de la suciedad, de las basuras esparcidas sobre las aceras, de la parálisis burocrática, de los comerciantes menospreciados? ¿Ese es el cambio que nos va a imponer en los próximos cuatro años?
Y como estrambote final, otra de las perlas dialécticas extraídas de su discurso: “Seré el alcalde de todos”. ¡Por favor! ¡José Hila “el alcalde de todos” después de protagonizar los actos más destacados de sectarismo que haya ejecutado nunca un alcalde de Palma! Ni Aina Calvo ni Antoni Noguera se permitieron nunca hacer lo que ha hecho usted en sus dos años de alcalde: cerrar la puerta del Ajuntament de Palma a aquellos que no le reían sus ocurrencias y le hacían llegar, desde la más democrática de las discrepancias, opiniones divergentes a las suyas.
No le creemos. No será usted “el alcalde de todos” si se comporta como ya lo ha hecho en el pasado.
Señor Hila, alcalde de Palma:
Nos ha dejado la Palma caótica que ahora sufrimos y ha despreciado usted a los que no le han aplaudido sus acciones y ocurrencias. Tiene a partir de ahora dos posibilidades: martirizarnos cuatro años más o rectificar. Aproveche esta nueva oportunidad.