El juicio arrancó el pasado 10 de junio y las sesiones se extendieron hasta el jueves. En estas cuatro jornadas, se tomó declaración a la acusada, varios testigos, el médico forense que practicó la autopsia y varios peritos.
Está previsto que en la sesión de este lunes comparezcan los expertos de la unidad científica de la Guardia Civil y un perito de la defensa, y el juicio concluirá el martes con los informes finales del fiscal Gonzalo Sans y el letrado de la defensa, Tomeu Salas. Finalmente, la acusada tendrá derecho a la última palabra antes de que el Jurado se retire a elaborar su veredicto.
La Fiscalía acusa a la mujer de haber sedado a su marido y haberle cortado trozos de carne y piel para dárselos de comer a sus perros -un pitbull y una stafford americanos- azuzándoles para que le mordieran. Le imputa un delito de asesinato con alevosía y enseñamiento y pide 25 años de prisión.
Durante su declaración ante el Jurado, la acusada defendió su inocencia y sostuvo que su marido, un alemán de unos 70 años, murió atacado por uno de sus perros -el macho, un pitbull llamado Lord-.
Según su versión, el animal fue quien se abalanzó espontáneamente contra el anciano sin que ella interviniera. De hecho, la mujer aseguró que intentó interponerse entre él y el animal para tratar de separarlos, y que para ello metió al hombre en el dormitorio y quiso encerrar al can en el baño.
Contó que el anciano abrió la puerta antes de que pudiera encerrar al perro, y que éste se abalanzó sobre el hombre, le mordió y le arrastró "como un muñeco". Después, cuando ella comprendió que había muerto, intentó quitarse la vida ingiriendo vodka y ansiolíticos, según su relato.
La acusada y la víctima llevaban casados tres meses en el momento de los hechos. La mujer confirmó que sabía que él había hecho testamento, y que de hecho los herederos eran ella y los dos perros.
El hallazgo del cadáver se produjo a raíz de una llamada al 112 de un tercero, un amigo del matrimonio que avisó de que hacía tiempo que no veía al anciano y de que no contestaba al teléfono. Con todo, esta persona, al declarar como testigo, admitió que Svetlana B. le había llamado muy alterada y le había contado que su esposo estaba muerto. El testigo afirmó que llamó al 112 porque temía que la mujer se suicidara.
Hasta el lugar se desplazaron efectivos de la Guardia Civil y la Policía Local de Sant Llorenç, que no esperaban encontrarse con la escena de un crimen sino con un caso de indisposición de una persona mayor. Cuando consiguieron acceder a la vivienda, descubrieron el cuerpo del hombre bocabajo en el suelo del salón, semidesnudo, con múltiples heridas y con los brazos completamente descarnados desde los codos hasta las muñecas.
Uno de los guardias civiles que participaron describió el estado de la víctima diciendo que "tenía los brazos como si hubieran cortado jamón, con el hueso completamente limpio". Otro explicó que sobre el cuerpo había un gran cojín, como si la mujer hubiera estado durmiendo sobre él. En el suelo, paredes y mobiliario había abundantes manchas de sangre, y en la casa se encontraron tres cuchillos ensangrentados, uno en el suelo a escasos metros de la víctima y otro oculto entre dos colchones en el dormitorio.
En el momento del hallazgo, la mujer estaba cerca del cadáver. Desde detrás del sofá, los agentes la vieron incorporarse cuando ellos entraron. No intentó huir de la policía, estaba "desorientada", presentaba "cambios de humor", preguntó por sus perros y decía que era "mentira" que su marido estuviese muerto.
El médico forense que practicó el levantamiento del cadáver y la autopsia rechazó tajantemente la explicación de la mujer y aseguró que su versión "no cuadra". Ante el Jurado, el facultativo explicó con detalle su intervención en la escena del crimen, con fotografías del cadáver y de la casa proyectadas en la sala. Durante la exhibición de las imágenes, la mujer comenzó a sollozar sonoramente tapándose la cara con un pañuelo.
El médico insistió en que en el cuerpo de la víctima identificaron heridas "incisas" y "demasiado rectas" para ser producidas por un animal, en las que parece que ha intervenido "un cuchillo afilado y de sierra". "¿Los perros saben manejar un cuchillo? No", sentenció.
Además, también argumentó que el hombre no pudo abrir la puerta del dormitorio por sí mismo, como contó la acusada, porque al tener los músculos desgarrados, no podría accionar el tirador. Igualmente, afirmó que el hombre tuvo que ser transportado porque no podría levantarse ni arrastrarse solo en su estado tras sufrir el ataque del pitbull. El médico hizo hincapié en el delicado estado de salud de la víctima, puesto que el anciano había sido operado de un cáncer de laringe y se le había practicado una traqueotomía, no tenía dentadura y sólo podía ingerir líquidos.
El médico situó la hora de la muerte entre las 09.00 y las 14.00 horas, si bien se inclina por el tramo más temprano. En cuanto a la causa, concluyó que fue un choque hipovolémico, es decir, que el hombre se desangró.
Este forense no llegó a practicar una prueba pericial para cotejar las mandíbulas de los canes porque, según indicó, "los perros no estaban". Desaparecieron de la perrera municipal de Sant Llorenç a principios de 2018, al parecer, sustraídos.
Por otra parte, el Jurado deberá valorar el testimonio de dos testigos que declararon que la mujer les ofreció dinero por matar a su marido.
Uno de ellos contó que había quedado una gasolinera con Svetlana para venderle cocaína y que ella le propuso acabar con la vida de su esposo a cambio de 50.000 euros. No se lo tomó en serio: "Vi a una señora borracha y drogada, no me creí lo que me dijo y no me interesaba escuchar más, cogí y me fui", explicó. Días después se enteró del crimen por las noticias.
Otro testigo también afirmó que meses antes del crimen la mujer le hizo una oferta económica para "asesinar a su marido". Ante esta proposición, aprovechó un momento en el que ella fue a buscarle una bebida para marcharse. El testigo no acudió a la Policía, sino que comentó lo ocurrido con unos conocidos, y uno de ellos "lo contó a un periódico" después de la muerte del esposo. Así fue como los investigadores dieron con él.
Por su parte, la mujer negó haber intentado contratar a estos hombres como sicarios para matar a su esposo. La defensa atribuye el testimonio de estos testigos a una "venganza" por una denuncia de la acusada contra uno de ellos, relativa a un hurto.