Dentro de los 16 millones de turistas que cada año eligen Balears para disfrutar de unas vacaciones de calidad, se infiltran unos cuantos miles de descerebrados que perjudican aquello que, guste o no, es nuestra principal fuente de ingresos.
Armengol, además, ha pulsado el botón rojo de las alarmas sociales cuando ha reconocido que estas prácticas turísticas incívicas no quedan confinadas solo en el West End de Sant Antoni de Portmany, la calle del Jamón de la Platja de Palma o la calle Punta Ballena de Magaluf, sino que se expande como una mancha de aceite tóxica.
Ante esta evidencia, lo que propone la Conselleria de Turisme es frenar la llegada de los turistas de borrachera antes de que embarquen en los aviones en los aeropuertos de sus ciudades de origen.
El consumo excesivo y compulsivo de alcohol es el paradigma donde se apoya el turismo negativo que ensucia nuestras ofertas de calidad. Nada puede hacer la gastronomía, la cultura, el ocio familiar, el deporte, los espacios naturales, los paisajes emblemáticos, las playas vírgenes y la reforma de los hoteles para sumar más estrellas si a todos estos esfuerzos le imponemos la constante presencia de turistas borrachos, sucios, drogados y violentos paseando por nuestras calles.
Y todos ellos entran como si nada en nuestras Illes por los aeropuertos. Unos aeropuertos que se han convertido en un coladero de problemas. Unos aeropuertos que controla con egoísmo una empresa estatal española llamada AENA.
Y es que, como ya saben los expertos y toda la ciudadanía, podemos hacer muchos reglamentos y leyes, campañas promocionales y encuentros con turoperadores, pero si no somos capaces de aplicar las sanciones inherentes a todas estas prácticas, la realidad es que los vándalos seguirán llegando felices a Balears.
Esta falta de aplicación de la normas que tenemos para prohibir y sancionar las prácticas incívicas de los turistas que no queremos benefician a los empresarios ególatras que solo miran por sus beneficios que engordan sus bolsillos y les da igual el bienestar del resto de la sociedad que ensucian.
Los bares 'happy hours', los trileros, las mafias del 'top manta' y por encima de todo, los hoteleros del 'todo incluido' alcohólico, ríen bien cómodos ante la incapacidad de las autoridades. Pero por encima de todo, se encuentran con la complicidad de sus propios compañeros hoteleros que prefieren expandir la responsabilidad de toda esta lacra sobre otros sectores empresariales pero sin querer asumir su propia y directa responsabilidad.
Eso sí, los hoteleros de Mallorca se permiten el lujo de pedir a los medios de comunicación que cerremos los ojos ante la realidad que ellos mismos provocan y después no informemos a la ciudadanía de las barbaridades que sufrimos cada verano por culpa de sus clientes.