En cambio, ahora, cuando todos están de los nervios y el PP recibe disgustos demoscópicos cada 30 días, Pablo Casado ha decidido incendiarnos los tímpanos para que ese fuego no nos deje pensar. Confundido porque no acepta que esto le pueda estar pasando a alguien como él, ha optado por la peligrosa estrategia de desacreditar al CIS, un organismo que es mucho más que el director de turno.
Con esta actitud está abocado a dos escenarios posibles, a cuál peor:
Veo a este personaje poseído por una confianza ilimitada en sí mismo, quien sabe si alimentada por un complejo de superioridad que solo convence a una parte de los suyos. La combinación entre sus decisiones y sus declaraciones, que incluyen mentiras poco inteligentes, resulta difícil de aceptar incluso en un país como España, donde el pasado, que siempre regresa disfrazado de prepotentes como él, amenaza sin descanso las libertades y la democracia. Probablemente piensa que, pase lo que pase con los CIS del futuro, algo se le ocurrirá para salir del paso y podrá decir, tal como dirá con Venezuela si gana Guaidó, que gracias a sus exigencias Sánchez hizo lo correcto, y si gana Maduro, que Guaidó ha perdido porque Sánchez no hizo exactamente lo que él reclamaba.
Pero en el caso del CIS aparece un agravante de responsabilidad muy personal, pues Casado no rentabiliza su agotadora presencia en las pantallas, un daño que, además, transfiere al PP. Todo le sale peor que a sus adversarios directos, a pesar de la carambola alegre de los pactos postelectorales en Andalucía.
He contrastado el CIS de octubre 2018 con este de enero 2019, cosa que, si lo desea, usted puede hacer también en http://datos.cis.es/pdf/Es3226mar_A.pdf y en http://datos.cis.es/pdf/Es3238mar_A.pdf , respectivamente.
A la pregunta del CIS sobre la confianza que merecen Sánchez y Casado, la gente confiesa haber perdido un 8,9% (del 24,7 al 22,5) de la que tenía en el presidente del gobierno, pero aún más, un 13,2% (del 13,6 al 11,8) en el líder del PP. El asunto es grave tanto para él como para su partido, pues rompe la regla que nos dice, casi sin excepciones, que quien gobierna cae más en los sondeos que quien se opone. Además, Casado no solo partía en octubre de un porcentaje muy inferior al de Sánchez, lo que le hubiera permitido mejorar más, o empeorar menos, sino también de un fondo de reserva de un 6,9% que es más del doble que el 2,8% del socialista. Eran sus respectivos “No sabe, no contesta”, por lógica mayor en Casado, al no ser tan conocido como Sánchez,
A la pregunta sobre preferencia para ser presidente del gobierno, Casado vuelve a perder frente a Sánchez, con el agravante de que, en este caso, arrastra también al PP frente al PSOE. Aunque Casado mejora una décima, del 10,8% al 10,9%, Sánchez sube un punto, del 25,8 al 26,8%, con el mérito para este último de que cuando estás cerca de la cima es mucho más difícil ascender, como saben escaladores y politólogos. Casado mejora un 0,9% y Sánchez, en cambio, un 3,9%, es decir, más de cuatro veces más Pedro que Pablo en solo tres meses, y con la derrota del PSOE en las andaluzas por medio, nos permitimos recordarle a Susana para que vaya comprendiendo que quizás su poco apreciado “cariño, no mientas”, no fue tan responsable de su desastre.
Por último, a la pregunta sobre valoración de los líderes, que es un concepto distinto y más objetivo que el de la confianza, Casado también pierde, en este caso frente a sus dos oponentes directos, pues el otro Pablo sale menos en los medios, al estar ocupado de padre primerizo. El del PP baja de 3,25 a 2,90, lo que significa una caída del 10,8%. En cambio, Sánchez cae un 8,7%, de 4,16 a 3,8 puntos, y Rivera un 8,1%, de 3,81 a 3,5 puntos.
Antes de que cualquiera del PP que lea esto responsabilice a Tezanos para cumplir con el argumentario tal “como ‘Casado’ manda”, hay que tener en cuenta que ayer, viernes, Matías Vallés nos recordaba que las respuestas recogidas en el CIS sobre líderes con nombres y apellidos no se cocinan. Únicamente se almacenan y desglosan.
De estos datos se deducen, en cascada, las siguientes conclusiones:
Pero, en realidad, yo estaba pensando hoy en el CIS desde otro punto de vista, el de los peligros de una coyuntura presente en la que no podemos ni pensar en la imprescindible reforma constitucional, pero también tenemos un gobierno que no legisla, lo que provocará que el PSOE, pero también Unidos Podemos, lleguen con las manos casi vacías a las próximas urnas generales, que se anuncian las más peligrosas de todas.
Me ha llevado a este punto una quinta conclusión, la que nos enseña que la derecha española presenta hoy un trío de caras que le podría servir para ampliar el número de electores que se podrían reconocer en alguna de ellas. Tal cosa provocaría la movilización de abstencionistas, en sentido contrario a los que, en 2004 por poner el ejemplo más notorio, se quedaron en casa para no sentirse implicados en una única mentira, pero tan terrible y que nos llenó de tanta vergüenza como aquella de Aznar y todo aquel PP al que tanto admiran hoy los de Casado.
Una situación, aquella, tan distinta de esta actualidad en la que un mosaico de fakes de toda procedencia y proclamadas por multitud de políticos, parecen reducir a venial la categoría del pecado en el que, con la nariz tapada muchos, la memoria medio amputada otros o la crueldad en el alma de un resto no pequeño, reinciden muchos al apoyar las candidaturas de cualquier derecha española, en mayor o menor grado, pero todas franquistas hasta nueva orden, salvo la vasca y la catalana.
Las preguntas son sencillas: ¿es posible legislar, o confía usted, señor Sánchez, en que el electorado castigará a todos los que no le dejan aprobar sus presupuestos? ¿es posible negociar y aprobar leyes, o se ceñirá a transferir problemas, como el de las VTC contra los taxistas?
Nuestra respuesta, la de los que pagaremos las consecuencias, no puede ser confiar en que Sánchez sea una persona con suerte, que derrotará siempre a los enemigos que le acosan dentro y fuera de las fronteras de su partido.
Intuyo que nuestra propia imaginación podría arrojar algo de luz si nos atreviéramos a entrar en “los otros” contenidos del CIS, los que existen y los que no.
Pero este nuevo viaje requiere más trabajo, que es tiempo, para convertir en más palabras. Por tanto, no me queda más remedio que dejarlo para una entrega nueva porque, de lo contrario, terminará usted rompiendo conmigo.
Continuará…