Señor Pedro Sánchez Pérez-Castejón, presidente del Gobierno de España:
Consumidos solo tres meses de mandato, sus compañeros socialistas y la ciudadanía han podido constatar los vaivenes que imprime a su gestión y las divergencias existentes entre las propuestas que defendía en la oposición y las realizaciones que impulsa ahora desde la poltrona monclovita. Dos realidades opuestas que protagoniza encaramado a la torre de marfil del cargo, rodeado de oropeles y con toda la pompa y circunstancia que le otorgan los privilegios presidenciales, más como un rey que como un socialista obrero español.
¡Qué lejos está usted de la tradición ética y la realidad de sus compañeros socialistas! La utilización compulsiva de los helicópteros oficiales incluso para ir –¡atención!– a la boda de su cuñado, también del reactor Falcon del Ejército para bailotear en un concierto de rock en compañía de su esposa, su presencia en redes sociales cual piloto de caza Top Gun, las fotografías oficiales de sus excelsas manos, practicando deporte en solitario en los privativos jardines de La Moncloa y solazándose con su perra ‘Turca’, entre otras escacharrantes ocurrencias, son un rosario de realidades muy alejadas del día a día que sufren sus seguidores, militantes y votantes. Más que un presidente de Gobierno del PSOE asemeja usted más bien un nuevo rico recién llegado al chalet de la urbanización de lujo.
A esta lamentable realidad debemos añadir, además, su propensión enfermiza a irse de España para aparentar que arregla los problemas de los demás. Problemas del resto del mundo que, evidentemente, no solventa y salidas de España que implican que los nuestros –los problemas que sí debería solucionar– siguen aquí paralizados y amargándonos la vida a los ciudadanos de nuestro país. Evidentemente, en Estados Unidos, Canadá, Chile, Colombia, Portugal, Francia, Alemania y otros muchos países en los que ha estado usted en poco más de tres meses se está muy cómodo y muy lejos de la cruda realidad que cada día reflejan los telediarios nacionales.
Y no debemos olvidar que, además, se ha ido usted de vacaciones con tan solo dos meses en su nuevo trabajo. Sinceramente, no hay ninguna empresa privada en España en la que un trabajador recién llegado se pueda permitir los lujos de los que disfruta usted. Añadiendo, además, la larguísima lista de problemas que hay que afrontar y que ha dejado sobre la mesa del despacho. Se ve que usted no está en ninguna lista de espera sanitaria, ni tiene a sus hijos con contratos precarios, ni a sus hermanos en el paro, ni ha de abrir cada día la barrera de su comercio con unos márgenes cada vez más cortos, ni su fábrica se ve amenazada por la competencia de los países emergentes, ni se queda embotellado en las carreteras obsoletas, ni debe trabajar de sol a sol para no llegar a cobrar ni mil euros limpios mensuales, ni paga un autónomo para no conseguir nada a cambio, ni…
Si todo lo expuesto ya nos marca la singladura hacia la que está navegando su gobierno, hay otro hecho que, sinceramente, produce auténtica vergüenza ajena. Señor Sánchez, ¿se imagina que palabras habrían salido de su boca y de las de sus compañeros de ejecutivo y partido si Mariano Rajoy hubiera colocado a algún pariente cercano en un puesto de trabajo como el que ahora disfruta su señora esposa? Recordemos que María Begoña Gómez Fernández, su dilecta consorte, ha sido contratada por el denominado Instituto Empresa para liderar el rimbombante África Center. Por cierto, centro creado –¡qué casualidad!– ahora mismo desde la nada.
Recordamos, y se lo transmitimos gustosamente por si a usted aún no se lo ha explicado nadie, que el Instituto Empresa es una empresa financiada por un selecto grupo de grandes multinacionales en busca de buenos posicionamientos entre las altas esferas mundiales y que incluye, entre otras, la semipública española Telefónica. También riegan económicamente al Instituto Empresa de su esposa la universidad de Arabia Saudí King Abdulaziz University (los mismos árabes a los que no les queremos vender bombas) y el Instituto de Comercio Exterior (dependiente directamente de su propio Gobierno).
Señor Sánchez, podríamos alargarnos en todo un rosario de hechos protagonizados por usted en estos meses en el cargo de presidente del Gobierno que claramente nos marcan que los principios socialistas que anteriormente defendía se han ido por el agujero del retrete en un rapidísimo plis plas.
El suyo, señor Sánchez, es un caso más de fidelidad a los principios marxistas. No los de Carlos Marx y la dictadura del proletariado, sino los de Groucho y sus desternillantes comedias cinematográficas: “Estos son mis principios, pero si no le gustan… tengo otros”. Lo que ayer era negro, hoy es blanco. Lo antaño incorrecto es ahora correcto. Digo esto y después aquello… Una manera la suya de entender la política, la gestión de los asuntos públicos y la gobernanza de la sociedad sin principios, como veletas que giran impulsadas por el viento de la opinión publicada, de los tuits y de las tácticas cortoplacistas de los tertulianos de turno.
Y es que usted, señor Sánchez, gobierna sin ningún principio y, además, sin vergüenza. Sin la vergüenza cívica de la que siempre han estado orgullosos los socialistas españoles, herederos de la lucha obrera desde las fábricas y los talleres, que ven ahora abochornados como su presidente se pavonea convertido en un ser supremo engolado por el placer de que le abran la puerta trasera del coche oficial y colocando a los suyos en cómodos puestos de trabajo aprovechando el cargo presidencial.
El Partido Socialista –su Partido Socialista, señor Sánchez– registra las elecciones como sucesivos retrocesos en votos. ¿Cree usted que un español socialista de verdad se siente identificado con usted y su manera de entender el poder, señor Sánchez? Sin vergüenza y avergonzado a los suyos, presidente. Y así prosigue la debacle del PSOE.