Así lo hacen ellos, sin dar su brazo a torcer, sin dar un solo paso atrás e incluso, alentando renuncias o desalojos de algún que otro personaje “non grato” de entre sus adversarios. O sea, que, sin preocuparse de barrer su propia casa, pretenden barrer la ajena, aupados por una supuesta autoridad moral que ni los conmilitones ni las urnas, les han concedido. Y es que, fue una gran verdad la dicha en el Congreso: Los que deben irse son los que han perdido, no los que han ganado.
Es impresión general que caminamos hacia unas terceras elecciones y la causa de tal evento se halla tanto en la personalidad de los dirigentes, como en el halo que rodea las circunstancias en las cuales se desenvuelve la política y la ciudadanía. Unas circunstancias que, lamentablemente, no sufrirán cambios por la inamovilidad férrea de las cúpulas directivas. O sea, “ceteris paribus” - dadas las condiciones no cambiantes del problema matemático - esas terceras elecciones, con idénticos candidatos, con idénticos métodos, con idénticos discursos, con idénticos rencores y con idénticas demagogias, tendrán un resultado aritmético parecido sino idéntico. Sin embargo, a todas las caras visibles tanto les da, entretanto puedan colocar el cartelito de “reservado” en el asiento de su escaño. Mientras la indolencia, la demagogia o el insulto, campan por todo el hemiciclo, la educación, los valores, la familia, los derechos y libertados fundamentales, la visión de una España predispuesta para las nuevas generaciones, siguen sin aparecer en los discursos políticos, a no ser para calificar a sus defensores de casposos, carcas o, lo que ya es una imbecilidad total, de franquistas. Y no se trata solamente de los socialistas o los podemitas, sino incluso de esa inflexible mantra de obviedades pomposas, repleta de erudición de Wikipedia, llamada Juan Carlos Girauta, quién va repartiendo carnets de idoneidad de gestión política, pudiendo presumir únicamente de sus tres derrotas como candidato del P. Popular por Gerona, obviado su nulo éxito como miembro del partido socialista. En otras palabras, y aplicado a la casi totalidad de bustos parlamentarios, la hechura humana de los candidatos no puede ser ejemplarizante para la mayoría de los ciudadanos electores. Para éstos, aquéllos son “seulement un”. Y como a tal les tenemos que escoger y aceptar.
Y si la indolencia personal es palpable a la hora de imposibilitar acuerdo de gobierno, el magma que trascurre por entre los entresijos actuales e históricos del socialismo ratifica tal imposibilidad. Fue Zapatero quién – obviando el sentido de Estado de Gonzalez o Guerra - lo avivó y, con escasas excepciones, toda la actual generación de dirigentes socialistas, siguiendo al solemne masón, ha continuado en la misma senda de revanchismo y resentimiento. La ley de Memoria histórica, el cambio de nombre de las calles, la demolición de símbolos, los enterramientos de sentimientos nacionales, la devaluación de acontecimientos históricos, el descuajeringue del Archivo de Simancas, el levantamiento de fosas o el anuncio de implantación de estatuas a un soldado republicano, no son sino indicios, someras puntas del iceberg que se halla oculto en las mismas entrañas del socialismo español. Si Azaña aludía a que entenderse con Franco no sería difícil, ahora, los Zapateros están empecinados en concebir que llegar a un acuerdo con el P. Popular es tanto como finiquitar definitivamente la guerra civil y todas sus consecuencias; entre ellas la derrota de un bando, el republicano, que nunca dio por perdida la contienda, exiliándose mayoritariamente en la casa padre de la masonería, México. Y Sanchez, el hombre gris que emana frases huecas, sigue con la misma deriva, porque cree que va a pasar a la historia por haber sido el líder socialista que, logrado el menor número de escaños en toda la historia del socialismo español, habrá alcanzado la presidencia del gobierno, cueste lo que cueste al ciudadano español. Modificar su “no es que no”, por un “sí”, aún con lógicas condiciones, significaría haber cerrado un capítulo nefasto, no para España, sino para el socialismo español. Ello no acontecerá mientras ese magma revanchista trascurra por los despachos de Ferraz. Y entretanto ello acaece en las filas socialistas, más dispuestas a entregar el gobierno al marxismo o al independentismo, siguiendo las directrices de la nueva rica Armengol, el PP, en lugar que “sostenella y no enmendalla”, da un paso atrás y logra que Soria renuncie a su futuro cargo, ya que ello les perjudicaría. Desde la Quinta Avenida o la Sexta, tanto da, la Aído, la Pajín, deben brindar a la salud de unos conservadores que no son capaces ni de conservar a sus leales. Warwick, tampoco lo consiguió. Eso sí, el castillo de Warwick es el más visitado de Inglaterra.