Hasta en el momento de su desahucio presidencial ha demostrado ser usted un auténtico y redomado egoísta.
Tras la sentencia condenatoria del caso Gürtel, aquella en la que se determina por parte de los magistrados que bajo su liderazgo en el Partido Popular algunos se aprovecharon individualmente de las estructuras partidistas y de las alcaldías de dos ayuntamientos de la comunidad de Madrid para enriquecerse ilegalmente, usted ha decidido empecinarse, arropado por el rebaño de inútiles silenciosos que le rodean, en anteponer sus propias veleidades personales por encima del grupo político que aún preside, también de los votantes que le otorgaron su confianza en las últimas y consecutivas elecciones y, lo que es más importante, del preeminente interés general del país.
Las responsabilidades judiciales son, habitualmente, divergentes y distantes de las políticas, como también lo son los tiempos en los que se desarrollan y concluyen. Que el Partido Popular no haya sido condenado penalmente en la sentencia del caso Gürtel no debe distraernos de la fehaciente realidad: toda la corrupción que se probó y sentenció judicialmente había acontecido bajo su responsabilidad política. La de usted, señor Rajoy. Judicialmente podrá alegar su pretendido desconocimiento de los hechos probados, pero políticamente no puede obviar, como quiere hacernos comulgar, su distanciamiento ignorante.
Una vez más opta usted, con el beneplácito de los dirigentes aborregados de su grupo político, por su acomodada y gandula posición de pasotismo indiferente sin querer entender que en este juicio no se estaba valorando solamente si usted debe o no debe cumplir reprensión penal, sino si usted es o no es responsable de lo que ocurría bajo su liderazgo al frente del Partido Popular.
Pero eso le da completamente igual. Y a ninguno de sus corifeos asesores se le ha ocurrido hacérselo ver. Claro que eso no debe extrañarnos al comprobar, una vez más, que en el Gobierno y en el partido a usted no le rodea un gabinete responsable y sabedor de que su primer objetivo es el bien de la ciudadanía. Está usted acompañado de un rebaño de estómagos agradecidos incapaces de tener una sola idea propia más allá de aplaudirle bobaliconamente su desastrosa deriva hacia el precipicio.
Y así se ha estado gobernando España hasta ahora: con un presidente solamente preocupado de su propio ombligo y un grupo de ovejas atontoladas que se pavonean refugiadas tras los coches oficiales del Gobierno y, eso sí, cobrando opíparos sueldos de las arcas públicas.
Ante esta execrable realidad, los hechos son los que son y sus consecuencias irrefutables. Y la consecuencia de su vagancia y de la ineptitud de los corderos silenciosos que conforman sus equipos en el Gobierno y en el partido es que ha optado usted, una vez más, por la solución menos favorable a los intereses de la ciudadanía.
La realidad de su debilidad política al no contar en el Congreso con una mayoría suficiente, con la advertencia añadida del partido Ciudadanos de que la mejor opción posible era la convocatoria de elecciones anticipadas para concederle a los votantes el protagonismo que requieren situaciones provocadas por sentencias como la de la Gürtel y que, además, en el otro extremo del arco parlamentario se concatenaban divergentes intereses con el solo objetivo común de desplazarle a usted para colocarse ellos, habrían dado pie a cualquier político mínimamente inteligente –a usted, claro, no– a que era imprescindible dimitir inmediatamente del cargo para pasar a votar entre todos y en el menor plazo de tiempo posible el futuro de España.
No sabemos si reír o llorar al escuchar de su propia voz decirle a Pedro Sánchez que estaba con la moción de censura encaminando a España a la inestabilidad. La inestabilidad la ha provocado usted, señor Rajoy, al empecinarse en no dimitir en el momento en el cual esa era la opción más democrática ya que, primero, usted asumía la responsabilidad política de la sentencia Gürtel y, segundo, frenaba la llegada al Gobierno de España al minoritario Sánchez con el apoyo de Podemos y los intereses particularistas tanto de la minoría vasca como de los grupos independentistas catalanes.
La realidad es que, por no haber dimitido cuando tenía que haber dimitido, usted nos ha dejado en manos del Gobierno más débil de la democracia española, al albur de los requerimientos de los demagogos de Podemos y también bajo la ferra presión ahora de los que hasta hace solamente dos días eran para usted mismo y para el propio nuevo presidente indignos de todo respeto por sus ideas secesionistas y, por encima de todo, racistas y supremacistas.
Señor Rajoy: usted y solo usted nos ha metido en este berenjenal. Hasta el mismo Pedro Sánchez se lo dijo, propuso y ofreció: dimita ahora y la moción de censura se parará inmediatamente. Pero no. Eso era pedirle demasiado a usted. Era pedirle demasiado que pensara un poco más allá de su sofá y de sus egoístas intereses personales.
Y si usted es un egoísta irredento, la penosa realidad es que nadie a su alrededor se lo hizo ver con valentía. Nadie. Esa ha sido la tónica de sus mandatos, señor Rajoy: auto rodearse de un rebaño de inútiles solamente preocupados de su propio interés egoísta.
Entre un presidente, usted, negado para servir a España y su equipo, formado por silenciosos y cobardes corderos, vivimos ahora sumergidos en una vorágine de incertidumbres que nos abocan a sufrir meses de desasosiegos y, lo que es peor, parálisis institucionales y económicas.
Señor Rajoy, tiene usted una última oportunidad para hacer aquello que hace ya mucho tiempo debería haber hecho: váyase y deje paso a alguien que desde el cumplimiento de los principios ideológicos del Partido Popular pueda reconstruir una verdadera y útil opción de centro derecha liberal conservadora en España. Y cuando se vaya llévese con usted a esa pléyade de ovejunos asesores que callan estúpidamente ante usted.