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No quieren aprender

Ya, en mis tiempos de estudiante universitario en Navarra, mantenía la misma posición respecto a los nacionalismos en España.

En contra de la aparente realidad y en contra de la opinión de muchos, me atrevía a explicitar tres temores: a). La hipocresía y la mentira respecto a la Constitución; b). El verdadero peligro residía en el nacionalismo catalán por su evidente ‘supremacismo’; c). La clase política madrileña no conocía Cataluña, sólo balbucía tópicos irreales, se equivocaba en su acción política y, al final, no sabría cómo afrontar el órdago definitivo.

Por desgracia, aquellos negros augurios cada día fueron más evidentes.

Lo que no pasaría (‘seny’), por fin ha llegado. Está ahí y condiciona toda la vida familiar, económica, social y política. A pesar de todo, no habría alcanzado las proporciones y las sinrazones actuales de no ser por la acción cainita del adoctrinamiento en las Escuelas,  por la totalitaria formación de la opinión pública de ciertos medios financiados con dinero público y por la (presunta) complicidad manifiesta  de la propia Iglesia católica.

Hago mías las palabras de García Domínguez, dirigidas a Feijóo, el Presidente gallego, a saber: “Todo lo que viene sucediendo de un tiempo a esta parte aquí, en Cataluña, no ocurre a pesar de lo que fue CiU, sino gracias a lo que fue CiU. Todo, absolutamente todo. Porque fue CiU, su amada CiU, su añorada CiU, quien sacó de las cloacas de la marginalidad a la doctrina indigenista que predica la existencia conflictiva dentro del territorio catalán de dos etnias enfrentadas e incompatibles, la escoria intelectual que constituye el sustrato último del fundamentalismo separatista”. Cierto, muy cierto.

Pero, no sería fiel a la realidad, si no completara la perspectiva anterior. Los líderes de CIU supieron, en su acción política,  airear e invocar un cierto arraigo de inspiración cristiana. Se cobijaron, desde un principio, en la solana eclesiástica, sabedores de su tradición histórica. La Iglesia en Cataluña (al menos un parte importante  y su Jerarquía)  picó y cayó en la trampa, les recibió con generosidad y les prestó un decisivo impulso activo, que ha venido funcionando hasta ahora. Dudo que la velocidad de crucero del proceso soberanista hubiese sido la misma sin la agitación eclesiástica, que puso, al servicio del mismo, demasiadas energías, argumentos averiados de doctrina social de la Iglesia,  el silencio cómplice frente a la gran corrupción, frente al adoctrinamiento en el odio  (fractura  social) a lo español,  frente a la merma evidente de libertad, frente al no cumplimiento de la Ley.

Ya sé que no se admitirá nunca. Ya sé que incluso se revolverán (‘borrado de la memoria’) frente a quienes se atrevan a subrayar lo contrario. Ya sé que, para más inri, se alzarán con el santo y la limosna. Ya sé que ahora insistirán, inoportunamente, en la necesidad de la cultura del encuentro, del diálogo y la concordia. ¡Siempre han sido así, siempre han empleado la misma metodología y siempre hablan con el mismo lenguaje!

No me he equivocado. Basta leer el último Comunicado de los obispos en Cataluña. No ha supuesto sorpresa alguna. Todos sabíamos que, si hablaban, su posición se daba por descontada. Ya se sabía de antemano.

Estamos ante un Comunicado verdaderamente infumable. Mons Omella no se ganado el cardenalato, tan generosamente concedido de antemano. Si éste es la voz de Francisco en España, apaga y vámonos. ¡Qué vergüenza! Los únicos que han otorgado nuevamente su apoyo al proceso soberanista, sin el más mínimo reproche a los artífices del órdago a la grande (golpe de Estado), han sido ellos. ¿Acaso dan por buena la siembra del odio a lo español? ¿Acaso no está en juego la dignidad del hombre? ¿Por qué sólo se oye su silencio?

Hay que creerse muy superiores al resto para atreverse ahora, después de su presunta complicidad, activa y pasiva, en el lio montado, a demandar concordia y diálogo. Después de muerto el burro, la cebada al rabo. ¿Por qué no han hecho un mínimo de autocrítica? ¿Por qué no han dado ejemplo con una petición clara y explícita de perdón? ¿Por qué no se han comprometido a no contribuir nunca más a separar, dividir e infernar a la sociedad catalana y española?

Queda muy bonito esto del diálogo. Pero, ¿sobre qué bases? ¿Cómo se puede concebir un diálogo que no se sustente en la verdad, en la realidad, en el respeto a la legalidad constitucional y estatutaria?

Todo es posible. Pero, en el marco constitucional. Es más, señores obispos, ¿acaso piensan que el proceso soberanista ha respetado el principio moral según el cual el fin no justifica los medios? ¿Acaso les han parecido democráticos y morales todos los medios utilizados para llegar a la situación donde se está? ¿Acaso se ha invertido el principio moral, esto es, acaso ahora el fin justifica los medios?

No me extraña que, ‘sin entrar en debates jurídicos’ (legalidad), se muestren favorables a la excarcelación de algunos dirigentes soberanistas. ¡Ahí le duele y muchísimo, señores obispos! Ahora piden una ‘reflexión serena’. ¿Por qué no lo hicieron antes cuando quienes ustedes apoyaron y apoyan de nuevo estaban a tiempo de evitar el presunto quebrantamiento de la legalidad vigente? ¿Acaso les preocupa la prisión preventiva de otros presuntos culpables de comisión de algún delito?  Está muy clara su posición. Por desgracia, demasiado.

Por último, una reflexión serena. ¿Hasta cuándo, señores obispos de la Iglesia en España, hemos de esperar su palabra orientadora? ¿Ésta es la novedad  que ofrecen los tres adelantados de Francisco?  ¿No les parece necesario explicitar la doctrina moral y social de la Iglesia en aspectos tan básicos como los manejados por sus hermanos en la Iglesia en Cataluña? No respondan con el mismo mantra de siempre. El pueblo de Dios demanda claridad en la orientación social y moral. ¿O, no?

Actualizado: 14 de marzo de 2022 , , ,

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