Desde la Contrarreforma, los españoles nos abonamos al 'chantaje' y a la 'chapuza' a diferencia de los países de la Reforma en los que se impuso la primacía de la Ley. Desde entonces nuestra vida social y política ha estado llena de episodios chapuceros que han solidificado dicha cultura.
Parece como si no supiéramos comportarnos de otro modo. El último y triste episodio es, por cierto, bien reciente.
Tampoco es un secreto que los dos grandes partidos (PP y PSOE) cayeron en un verdadero resquebrajamiento (cosas de la corrupción) y se posibilitó con ello la aparición de C's y P's, que se insertaron en las entretelas de la casta política y sindical. La estabilidad y gobernabilidad de las distintas Instituciones habría de ser en el futuro particularmente frágil y, sobre todo, se auparía a la Presidencia de las mismas a personas no validadas por ser las más votadas, por gozar con el apoyo y la voluntad mayoritaria del pueblo. Algo que, a mi entender, no se aviene bien con el espíritu democrático. Las pasadas elecciones municipales y autonómicas, precisamente por la posición a la baja de los dos grandes partidos, fueron un ejemplo palpable del 'no va más'. La investidura de Rajoy, como Presidente del Gobierno, más de lo mismo (con repetición de elecciones incluida) y un Gobierno en minoría parlamentaria, inestable y con graves limitaciones en la gobernabilidad.
Parece claro, como muchos advirtieron en su día, que es necesario y urgente la modificación del sistema de elección en España. No fue hecha por Rajoy con el pretexto de falta de consenso y ahora todo puede ser más complicado (necesita el oportuno acuerdo parlamentario) pues implica la modificación de la Constitución. "La situación española –como dijo
Anson- estaba pidiendo a gritos el establecimiento de la segunda vuelta, del balotaje que funciona en numerosas naciones y que es el más democrático de los sistemas electorales". Ahora, como es obvio, con más razón.
Unas elecciones a dos vueltas (salvo que algún candidato obtenga en la primera mayoría absoluta) acabaría con el sistema parlamentario actual.
Ahora los partidos más pequeños pueden paralizar una investidura (también cualquier proceso legislativo ulterior), provocar unas nuevas elecciones y, en todo caso, obtener ventajas a cuenta (posición
privilegiada) de muy precaria naturaleza democrática. Ahora, en definitiva, se posibilita el 'chantaje' y el no mirar al bien común.
En en este momento, en España -en lo que se refiere al modelo electoral-, la Constitución consagra un sistema de representación proporcional para la elección de los miembros del Congreso, quienes eligen al Presidente del Gobierno. En el sistema de doble vuelta, los diputados al Congreso no lo eligen. El Presidente del Gobierno sería elegido por los votos electorales en mayoría de votos, no de diputados.
Si ningún candidato obtiene esa mayoría en votos en la primera vuelta, habrá una segunda vuelta a la que sólo se presenten los dos candidatos más votados en la primera. El ganador en votos es el encargado de formar gobierno (presidente del Gobierno). La segunda vuelta opta por la estabilidad y la gobernabilidad con sacrificio de la proporcionalidad.
Después de las elecciones catalanes (de cumplirse las encuestas), se hará de nuevo patente lo problemático que será designar al Presidente del ejecutivo en el sistema electoral vigente.