Los cargos políticos como usted, que han alcanzado su puesto a través del voto popular de los ciudadanos –ya sea directamente o a través de instituciones interpuestas–, tienen la obligación de actuar en consonancia a las propuestas presentadas en la campaña anterior a la expresión del voto. Tienen la obligación de hacer aquello que han prometido.
Los cargos políticos como usted no pueden cambiar su posición según les convenga o les parezca y atendiendo únicamente a sus intereses personales particulares. Cuando la realidad política obliga a votar en una dirección u otra, el político debe hacerlo en el mismo sentido que en su momento propuso a la ciudadanía. Lo contrario es mentir y defraudar.
Si por las diversas circunstancias a las que en ocasiones nos sorprende la vida, el político electo, como lo es usted, debe enfrentarse a una votación acerca de un conflicto acaecido inesperadamente y sin reflejo expreso en las propuestas electorales, la referencia para votar debe ser, por un lado, la que establezca el grupo político desde el cual ejerce su labor en las instituciones o, en casos excepcionales, convocar a la militancia para que exprese cual debe ser la hoja de ruta a seguir.
Lo que no puede hacer un cargo político como usted es ponerse el mundo por montera y hacer lo que le venga en gana, atendiendo solamente a sus propios intereses personales o, como se dice popularmente, ‘ponerse de perfil’ y no votar nada para no verse involucrado en posiciones incómodas.
Y eso es lo que ha hecho usted. Ante la trascendente votación en el Senado sobre la aplicación del artículo 155 de la Carta Magna española para reponer la legalidad constitucional en Catalunya, usted se ha borrado, se ha quitado de en medio, se ha apartado de sus obligaciones, ha defraudado a sus votantes socialistas, ha incumplido su responsabilidad institucional y se ha refugiado en una ausencia cobarde para no tener que afrontar cara a cara aquello para lo cual fue elegido.
En los casos excepcionales, y la votación del artículo 155 lo era, tenía usted dos opciones: votar afirmativamente la aplicación como lo hicieron el resto de sus compañeros socialistas o votar no y asumir personalmente y con valentía su disconformidad. Ambas posiciones son igualmente respetables y demuestran coherencia en un sentido o en otro.
Lo que no es respetable es esconderse, meter la cabeza en la tierra como un avestruz para obviar la responsabilidad, defraudar a los socialistas constitucionalistas y también defraudar a los socialistas que, al contrario, creen en la viabilidad de la independencia catalana.
Tras sus años como presidente del Govern balear, nada nos sorprende de su personal manera de entender la política y el compromiso con los ciudadanos. Pero que no nos sorprenda no es sinónimo de que traguemos, una vez más, con un nuevo incumplimiento cobarde.
Señor Antich: si no es usted capaz de afrontar con valentía aquello por lo que los ciudadanos le han dado su voto, váyase. Váyase ya, ahora mismo, inmediatamente. Váyase. Ahórrenos esta vergüenza, la vergüenza de tener un representante de las Illes Balears en el Senado que no es capaz ni siquiera de seguir las indicaciones ideológicas de su partido y de sus votantes. Y váyase si tampoco es capaz de ser valiente para decirles a sus compañeros que no está de acuerdo con ello y asumir las consecuencias de su rebeldía.
Seguro que a final de mes, pese a no haber hecho aquello por lo que le pagan, que es votar, no se ausentará del Senado a la hora de cobrar su suculento salario. Seguro que para cobrar no tiene ningún problema.
