En los foros de debate por escrito es cada vez más común encontrar firmantes que sienten la necesidad de dejar claro su origen, y a veces también el de sus progenitores. Y lo que aún es menos pertinente, mentar los orígenes de aquellos a quienes critican. Valga de ejemplo la carta titulada “Usted no recuerda pero nosotros no olvidamos” dirigida por una docente catalana, “hija y nieta de andaluces”, a Alfonso Guerra, “hijo de militar”, de la he recibido cuatro por wapp y con la que estoy bastante de acuerdo. Quizás Iceta no ha pedido la apertura de expediente sancionador contra Alfonso Guerra por sus insultantes declaraciones en Onda Cero porque comprende que el sevillano, mal perdedor donde los haya, aún se está relamiendo las heridas tras haber sido descabalgado de la única fundación que le queda al PSOE, la “Pablo Iglesias”, de la que, según los titulares, no aceptó ni la presidencia de honor. Sánchez sigue con los líos internos.
Volviendo a la docente, y a muchos otros de los que se desmadran cuando se enfrentan al teclado, lo improcedente de tales maneras queda probado, sensu contrario, por el hecho de que si un tertuliano de los de las ondas mencionara los orígenes de quien se está hablando con intención de criticarlo, el resto de colegas irían a degüello, en vivo y en directo, para no sentirse cómplices de un argumento tan rastrero. En cambio nadie, salvo su “otro yo”, puede sacar los colores al autor mientras escribe. Y, para terminar de estropear las buenas costumbres, parece que cada día que pasa aumenta el número de quienes en la lectura buscan más el morbo demagógico que la información o la opinión. Me miro por un instante a mí mismo y pienso que tendré que repasar todos mis artículos. Si resulta que no estoy libre de culpa, tampoco debería haber tirado la primera piedra.
P.D.: Todo el fin de semana ha sido de manifestaciones varias, ninguna independentista. Sin salir de los escritores, pero eligiendo a los que además fracasaron en política, quien mejor hoy que Vargas Llosa. Quizás su frase más divulgada de entre las pronunciadas en Barcelona es la que dice “Ninguna conjura independentista destruirá la democracia”. ¿Acaso la independencia de Catalunya pasa por la implantación de una dictadura en algún lugar del mundo? ¿O está culpando a los catalanes rebeldes si Rajoy decide multiplicar el número de mordazas a las leyes que deben proteger las libertades? Me imagino a don Mario en los mítines de aquellas elecciones peruanas de 1990 a las que presentó su candidatura y me pregunto si no fueron falacias como esta las que llevaron a los electores a premiarle con una dura derrota en la segunda vuelta.