De hecho incluso parecía que se había conseguido una cierta tranquilidad tan solo afectada por los sempiternos balconings, esa actividad tan recurrente y poco entendible de tirarse o caerse por el balcón de un hotel a altas horas de la madrugada, y normalmente, con nefastas consecuencias.
Parece que todo fue un espejismo y la temporada turística mallorquina ha empezado con más fuerza que nunca. Y no solo en Magaluf, la polémica, el desmadre y las salidas de tono se han extendido a otras zonas como s’Arenal o Cala Agulla en Capdepera.
Banderas nazis en un concierto, bandadas de jóvenes desnudos (sí, desnudos integrales) corriendo hasta la playa, batallas campales por un partido de fútbol entre la selección inglesa y la escocesa…
Y es solo un pequeño entrante de todo lo que acontece y no trasciende. ¿Para cuándo la actuación efectiva de quienes tienen verdadera competencia en estos asuntos?. ¿Es compatible este tipo de turismo con la sostenibilidad que tanto invocamos?