En un partido en que se demostró por qué ambos equipos -de salida los grandes favoritos- han quedado apeados de la competición, los serbios, pese a sus serias lagunas en defensa, fueron superiores en todo momento a los estadounidenses, muy desiguales en su juego.
Ambos se disputaban los puestos entre el quinto y el octavo de la competición pero bien podrían haber estado en la final por las ganas que parecían mostrar de aclarar quién era superior.
El primer cuarto fue un repaso memorable de los balcánicos que, comandados por un Bogdanovic en estado de gracia, establecieron un parcial de 32-7, nada menos que 25 puntos de ventaja en diez minutos.
Sus triples -junto a los de Micic, Iovic o Bjelica- caían como manzanas maduras en la cesta del equipo estadounidense, que asistía atónito a lo que anotaba el marcador.
Todas las canastas que no le entraron a Serbia contra España desde los 6,75 metros lo hicieron hoy en estos primeros minutos, mientras que los pupilos de Popovich veían sus balones estamparse uno tras otro contra el aro, cuando no caer directamente fuera.
Que el todavía vigente campeón mundial consiguiese solo 7 puntos en diez minutos daba una idea de su pobre imagen y presagiaba una humillación de proporciones colosales.
Sin embargo, en el segundo tiempo los serbios dilapidaron la gran ventaja que habían obtenido con unos imperdonables descuidos en defensa, que esta vez sí aprovecharon los ahora inspirados Kemba Walker y Barnes para darle casi la vuelta al marcador.
Walker se convirtió en el motor de la remontada estadounidense, recuperando rebotes en defensa sin cesar, repartiendo asistencias y haciendo volar certeros triples a la red serbia.
Todo ello les permitió irse al descanso a solo 4 puntos en el marcador (44-40).
Serbia volvió, con todo, a tomar las riendas tras la pausa y se alejó hasta quince puntos, aunque a los pocos minutos volvió a mostrar sus coladeros defensivos, que aprovecharon los de Popovich para ponerse a solo tres tantos al final del tercer tiempo.
La irregularidad por uno y otro bando siguió siendo la tónica del partido hasta el final y, a pesar de llegar a estar a corta distancia, Estados Unidos nunca se puso por delante y pocas veces dio la impresión de ser capaz de ganar el partido.
Un triple de Walker cuando faltaba menos de un minuto para el final y que redujo la diferencia a cuatro puntos desencadenó el nerviosismo entre los serbios, pero ya era demasiado tarde y faltó talento para poder aprovechar la oportunidad.