Un partido convertido en banco de pruebas. Hasta ocho novedades en el once. Extraño por la ausencia de Luis Enrique en la zona técnica, por un grave problema familiar. Con un plan preestablecido por la abismal diferencia de calidad entre las dos selecciones, que se convierte en un ejercicio de paciencia hasta abrir la lata.
Le costó media hora a España tirar a puerta. Con el deseo de Luis Enrique de ver nuevos futbolistas y variantes. No funcionó la del doble lateral, con Gayá y Bernat poblando la banda izquierda en las mismas funciones. Dio mejor resultado la derecha con las incorporaciones y la visión de juego de Sergi Roberto, con libertad por el movimiento hacia dentro de Asensio. Conexión de calidad la del mallorquín con Canales. Y velocidad, la que faltó ante un rival encerrado en el primer acto.
La leyenda de Bonello, portero de los doce goles en Sevilla en una de las noches más mágicas de la historia del fútbol español, la retomaba su hijo con ganas de revancha. Por sorpresa fue un espectador durante muchos minutos. Solo la llegada de segunda línea de Saúl pudo generar algo de inquietud a la afición maltesa, pero estaba sin puntería. Tuvo tres y mandó dos arriba, una acarició el poste.
Le faltaba a España mayor presencia de delanteros. Con Rodrigo y Jaime Mata en el banquillo de inicio. Morata zafándose ante un puñado de zagueros. Sergi Roberto leía bien al espacio. Al resto le faltaba movimiento. Pero el partido se rompió en segundos. Avisó con un testarazo blando Morata y segundos después, en la primera oportunidad de correr al espacio, aprovechó un envío en largo para dejar un control orientado de calidad y superar la mala salida del portero. 500 días después volvía a marcar con la Roja.
Nada cambió en la reanudación. No se hundió Malta por el desgaste físico, corriendo sin cesar tras el balón y aguantó el tipo defensivamente. A España le faltaban variantes ofensivas hasta que apareció Muniain y Jesús Navas para al 80% de posesión añadir desborde y buenos centros en las bandas.
El dominio del campo era de Sergi Roberto, que apareció siempre y con criterio. Le puso dos balones de gol a Asensio, lento al armar el disparo y sin acierto en la definición. Como ocurrió en el primer acto Morata avisó de cabeza antes de volver a marcar. Lo hizo para calmar los ánimos locales. Lo apretado del marcador invitó a subir la intensidad a Malta, que fue con hombría a cada balón.
El juego al límite se acabó con un centro de rosca repleto de calidad de Navas y el movimiento de 9 puro de Morata, que esta vez cabeceó con potencia a la red para volver a sonreír con España. No marcaba desde noviembre de 2017. Fue el que más partido sacó de un trámite sin brillo ni excesos.