No era esta la primera vez que el Llevant de Mallorca sufría las inclemencias de unas lluvias torrenciales inclementes. En septiembre de 1989 cayeron más de 250 litros por metro cuadrado en Manacor y Portocolom. En aquel momento perdieron la vida tres personas, todas ellas en Portocolom.
Los daños materiales fueron cuantiosos y aquellos que lo vivieron, lo siguen recordando como si fuera ayer. Desgraciadamente, la historia es cíclica y 29 años después el cielo ennegreció de nuevo.
Pasaban las 16 horas cuando empezó a llover en Sant Llorenç y otras localidades cercanas como Son Servera y Artà. Nada hacía presagiar que tan solo unas horas más tarde la desgracia se ceñiría sobre sus vecinos.
A las 19.00 horas el torrente de Sa Begura ya estaba desbordado. En poco tiempo su caudal llegó a alcanzar al del rio Ebro, con 442 metros cúbicos por segundo, convirtiéndose en un asesino impío.
Pese a que la noche del lunes 8 la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) había activado alerta amarilla por riesgo de precipitaciones intensas, nadie podía presagiar lo que acabó ocurriendo.
La torrentada fue inesperada e inevitable, tal y como sostiene ahora el Consell Consultiu el cual descarta responsabilidades del Servicio de Emergencias del Govern tras la demanda presentada por los familiares de uno de los fallecidos.
La ola de solidaridad que generó la torrentada del Llevant es, hoy en día, el aprendizaje positivo con el que se quedan aquellos que se niegan a tan solo recordar la tragedia.
Miles de mallorquines no dudaron en desplazarse hasta las localidades afectadas para dar una mano a sus vecinos. Achicar agua, sacar barro o intentar recomponer aquello material fueron labores de todos, sin importar a quién se estaba ayudando.
En los días posteriores al 9 de octubre, el corazón del Llevant latía unido. Una unión que, a día de hoy, sigue en pie.
Ante las posibilidades de ver repetida la tragedia, los ajuntaments más afectados se pusieron a trabajar desde el primer día para adaptarse e intentar sortear nuevas inundaciones.
El Ajuntament de Sant Llorenç, por ejemplo, adquirió algunas viviendas cercanas al cauce del torrente, para su posterior demolición.
Pese a ello, la variante de la carretera que bordea el municipio fue uno de los principales puntos negros en la torrentada del Llevant. De hecho, de las 13 víctimas, 9 perdieron la vida cuando circulaban a bordo de sus vehículos.
Por este motivo, la rotonda de la variante de Sant Llorenç, así como varios puentes, deberían ser remodelados. Unas obras que, en todo caso, dependen del Consell de Mallorca.
La institución insular sigue a día de hoy redactando los proyectos necesarios para emprender las obras que deberían dotar de mayor seguridad a la zona en caso de lluvias intensas.
Tres años después, el Llevant sigue mirando al cielo ante la amenaza de lluvias…