Con quince años y a pocas fechas de abandonar el nido familiar de La Zarzuela para pasar el curso escolar en Gales, lejos de la vigilancia férrea de la reina Letizia, será el momento en el que deberá asumir que acaba su vida infantil.
Porque la heredera, pese a sumar ya quince años de vida, está muy lejos de las otras españolas de su misma edad. Su vestuario, su calzado, su comportamiento y sus vivencias personales (prácticamente desconocidas para los ciudadanos del país que en el futuro quizás la tendrán como jefa del Estado) nos muestran hoy por hoy a una auténtica niña y no a una adolescente.
Los reyes han mostrado un auténtico empeño en preservarla de cualquier tipo de acercamiento a la sociedad de la que, en teoría, debe formar parte. De hecho, es una real incógnita para la mayoría de los españoles, excepto aquellos que ejercen sus funciones en palacio y sus contados compañeros de colegio.
Ni discotecas, ni excursiones, ni viajes, ni pasar la noche en casa de una amiga, ni fiestas pijama, ni verbenas, ni ir de compras con amigas en el centro comercial. Nada de lo que marca la vida cotidiana de cualquier otra española de su misma edad. Y de amistades más profundas y sentidas, menos aún.
Toda una vida, la de Leonor Borbón Ortiz, preservada bajo una cúpula quizás demasiado protectora, quizás demasiado alejada de la realidad de España, quizás demasiado aséptica para una muchacha que algún día, si los españoles no tuercen los designios constitucionales, ejercerá de jefa del Estado bajo la corona de la dinastía hispánica.
En Marivent preparará las maletas para trasladarse a Gales, a estudiar el curso siguiente y el posterior en el elitista colegio UWC Atlantic College. Será la última oportunidad para que Leonor se sumerja en la realidad del resto de los españoles. Quizás su padre, buen conocedor en su momento de los bares y pubs de la zona del Marítimo y del Club de Mar, dé un paso al frente y convenza a Letizia de que la niña debe empezar a volar sola.