En el ecuador de la legislatura, con todo lo pasado y –quizás más importante aún– con todo lo que nos queda por recorrer, es el momento de pararse unos minutos y reflexionar sobre los debes y el haber de su gestión.
La afectación humana, social, sanitaria, económica, empresarial y laboral provocada por la pandemia marca, sin ninguna duda, la cuenta de resultados. El virus y sus estragos tumban el balance bajo la realidad incuestionable de que unos hechos como los padecidos nos han sobrevenido sin experiencias anteriores que nos sirvan de referencia.
Por eso la gestión de esta catástrofe ha sido distinta en escenarios divergentes. Algunos, como ustedes, han optado por las restricciones máximas mientras otros han intentado compatibilizar la obvia preservación de la salud y de las vidas con alguna actividad económica. Su opción, señoras y señores del Govern, nos han llevado allá donde estamos.
El repaso y la reflexión sobre lo hecho y lo dejado de hacer por cada uno de ustedes nos impele, no obstante, a no valorar su gestión como un grupo homogéneo. Siendo incuestionable y cierto que ha habido en algunas consellerias grandes aciertos y enormes errores, hay que coincidir en que en estos departamentos al menos se han intentado solucionar los problemas, aunque no siempre se haya acertado con la tecla.
Conselleria a conselleria, conseller a conseller, con los pros y los contras de cada uno de ustedes constatamos –como estamos haciendo en Canal 4 Televisió, Canal4 Ràdio y Canal4 Diario.com– que ha habido ejemplos claros de esfuerzo y dedicación y otros de apoltronamiento y menfotismo.
El Govern nos ha mostrado la realidad dual que también hemos comprobado que existe en la sociedad. La de aquellos que, más allá de las obligaciones propias del cargo y ejecutando decisiones –sin entrar a valorar su excelencia o su toxicidad–, han puesto lo mejor de sí en sus quehaceres diarios. Y la otra realidad de los que, por el contrario, se han escondido detrás de la poltrona, agarrados a su metro cuadrado de moqueta y dejando pasar las horas, los días, las semanas, los meses e, incluso, los años haciendo lo mínimo posible para, primero, evitar cualquier tipo de posible crítica y, segundo, simplemente porque su estulticia les impide hacer más de lo que hacen.
Un Govern con consellers desaparecidos en los momentos más duros de la pandemia, que han abandonado a sus propios compañeros frente a la crisis, que se han refugiado en propuestas vanas e inconsistentes, que han actuado como si nada estuviera pasando fuera de sus despachos y de su círculo de asesores bien pagados es un Govern insolidario consigo mismo.
Quedan dos años de legislatura. Es el momento de repasar los debes y el haber de cada uno de los consellers. Y, si alguno del equipo gubernamental no ha sabido o no ha querido dar la talla cuando había que ser tremendamente solidario y eficiente, será necesario e imperioso tomar resoluciones, aunque sean duras, para abrir una nueva etapa.
La salida de la crisis necesita del esfuerzo de todos. De todos. Y aquellos que hasta ahora no han destacado en nada y para nada mejor que dejen pasar a otros.