Después de cuatro días meditando su futuro tras el incontestable descalabro electoral del 28M, con miles de llamadas telefónicas entre los máximos dirigentes de Podemos en Baleares, con reuniones semisecretas en bares y casas particulares… al fin este pasado 1 de junio -ayer-, a las 9 y media de la mañana, la cúpula morada comparecía en pleno ante los medios de comunicación, ante la sociedad balear y, más importante aún, ante sus fieles militantes y seguidores, que se habían quedado huérfanos de las consignas de sus jefes.
Y con el habitual lenguaje de la política, diciendo solo a medias lo que se quería decir, no comprometiéndose a casi nada, con más sombras que luces, Antònia Jover (coordinadora de Podemos Baleares y candidata a la presidencia del Govern), Iván Sevillano (candidato, asimismo, a la presidencia del Consell de Mallorca) y Lucía Muñoz (candidata a la alcaldía de Palma) se pronunciaban.
Esto era lo que se decía, ante los medios de comunicación, a las 9 y media de la mañana… Pero muy poco después, a las 11 de esa misma jornada se había dado un paso más: la cúpula de Podemos se sinceraba, fuera de micrófonos y con la mano en el corazón, y dimitía en pleno, sin esperar a la prometida comparecencia ante el Comité Ciudadano Autonómico, máximo órgano del partido entre congresos. La suerte estaba echada y asumida la incontestable derrota padecida el 28M.
Entonces, la alarma sonó estridente en la sede estatal madrileña de Podemos. Ione Belarra, Irene Montero, Pablo Iglesias y todos los mandamases de Podemos se llevaban -escandalizados y angustiados- las manos a la cabeza. Y es que las dimisiones en bloque de Baleares no eran las únicas. Podemos se diluía en las provincias. También se caía la estructura del partido en Galicia, Asturias, Comunidad Valenciana, Canarias y, entre otras más, también la directiva de Castilla-La Mancha tiraban la toalla en una mañana frenética.
Entonces empezaron a sonar los teléfonos. El primero, el de Alejandro López, secretario de Organización de Podemos Baleares, que recibió la orden imperativa de dar marcha atrás en la tocata y fuga de la cúpula podemita.
Una marcha atrás que consistió, de rebote, en decenas de llamas urgentes a los medios de comunicación y una nota de prensa oficial en la que -ya a las 5 de la tarde- se deshizo el camino de la mañana y donde se dijo digo ahora se decía Diego. La dimisión inmediata de las 11 se convertía, literalmente, en un “poner a disposición del Consejo Ciudadano del próximo día 10”.
Conclusión: por orden de Madrid, Podemos Baleares cambiaba el discurso en un giro de 180 grados en menos de lo que canta un gallo.
¿Y cuál era la razón de todo ello? Muy simple: Podemos -su máxima dirección nacional- está negociando su supervivencia ante las elecciones del 23 de julio convocadas deprisa y corriendo por su socio y enemigo político Pedro Sánchez.
Una supervivencia que pasa por una negociación con Yolanda Díaz y el Movimiento Sumar que, en estos momentos y a días de cumplirse los plazos de inscripción de las candidaturas, se debate en un agrio tira y afloja por ocupar los números 1 de las listas provinciales.
Una jornada frenética que deja en el aire si Podemos se presentará a los próximos comicios con su nombre y su color, o cambiando de identidad y con qué candidatos lo hará tras la evidencia de que ni Antònia Jover, ni Iván Sevillano, ni Lucía Muñoz, ni Alberto Jarabo, ni Esperanza Sanz, ni Aurora Ribot, ni Jesús Jurado están, precisamente, a punto para liderar unas inminentes elecciones generales españolas.
