Según los hechos probados, el padre pederasta obligó a su hija a masturbarle cuando esta tenía solamente entre 7 y 8 años, entre 2013 y 2014. Lo hacía cuando la niña estaba en la propia casa familiar y bajo su custodia.
El condenado llevó a su hija en repetidas ocasiones a su habitación por la noche, a lo que la menor se negaba sin ningún éxito ya que el padre la obligaba con fuerza y violencia a satisfacerle sexualmente.
Los magistrados fallan que, además, el padre conminaba a la hija diciéndole que todo lo que estaba pasando era un secreto entre ellos y que no debía decirle nada a nadie.
La sentencia falla que el relato de la víctima reúne todos los criterios de credibilidad y que se trata de un delito continuado de agresión sexual con prevaricación.
Ante estas evidencias, la fiscalía reclamó 24 años de prisión, y 28 años de pena la acusación particular de la víctima. Sin embargo, la condena final ha sido de, solamente, cinco años y un día.
Y es que el tribunal ha considerado que la violencia que ejerció el padre para someter a su hija -fuerza sobre ella, en una ocasión la agarró por el cuello y apretó, y en otra la tiró al suelo de un golpe- son lesiones en el ámbito familiar y en un ámbito de maltrato habitual, por lo que no se inscriben en las agresiones sexuales, por lo que le han absuelto de esta parte de la denuncia.
Con ello, los 24 años de pena reclamados por el fiscal y los 28 por la acusación particular se han quedado, únicamente, en cinco años y un día de prisión.
