Las estadísticas oficiales nos dicen que los precios moderan su subida, aunque no bajan sobre los que pagábamos antes de la guerra de Ucrania. Una situación que se percibe ya de forma negativa en la capacidad de compra de las familias.
El desplome del precio de las energías, dopado a la baja por las medidas del Gobierno de España y de la Unión Europea con la rebaja de su IVA y la Excepción Ibérica del gas, ha moderado el Índice de Precios al Consumo del mes de marzo hacía un aumento del 3’3% en la media de España y del 3’4% en Baleares, muy inferior al 6% registrado en febrero.
Un crecimiento de los precios que se ralentiza progresivamente mes a mes por el gas, la electricidad y las gasolinas, pero sin acabar de revertir la tendencia de la curva ascendente. El último IPC nos indica que la subida de todo va frenando, pero no que haya llegado la bajada.
Una situación marcada por la diferencia que hay, hoy en día, entre las facturas mensuales de la luz y el gas, por la bombona de butano y el tiquet que pagan los consumidores tras reportar en las gasolineras y la que, sin embargo, afrontaban hace ahora solo un año, en pleno arranque de la invasión rusa de Ucrania. De hecho, los precios de todos estos productos de primera necesidad han dejado de escalar, pero no han regresado a dónde estaban antes de los bombardeos del 24 de febrero de 2022 sobre Kíev.
Y es que la rebaja de las energías inducida por el Gobierno, eliminando una parte sustancial de su IVA, ha frenado claramente el IPC, que estaría, sin estas ayudas políticas, en el 8’1 por ciento.
Sin embargo, la que no da tregua es la cesta de la compra básica, que acumula un encarecimiento del 16,5% en los últimos doce meses tras encarecerse otro 1’1% en marzo y acumula en lo que va de año un encarecimiento del 3’3% pese a la rebaja del IVA dispuesta por el Gobierno, que afecta únicamente a una tercera parte de los alimentos.
Con todo, el Instituto Nacional de Estadística, autor del Índice de Precios al Consumo que refleja el coste de la vida, lleva cuatro meses seguidos mostrando tasas subyacentes de inflación superiores al 7% y otros tres seguidos con esa tasa consolidada en el entorno del 7,5%, lo que demuestran una persistencia en el encarecimiento de la vida que los analistas observan como preocupante y que podría estar empezando a generar impactos negativos perceptibles sobre el consumo de las familias.
