La tormenta financiera perfecta se ha desencadenado, y las víctimas serán todos los consumidores y, también, las empresas (especialmente las pequeñas y los autónomos).
Los bancos centrales -el europeo, la Reserva Federal de Estados Unidos, el británico y el japonés- no dejan de endurecer las restricciones para frenar la concesión de créditos de los bancos a sus clientes. El instrumento utilizado para ello es subir los tipos. Es decir, aumentar el precio que deben pagar los clientes a la hora de devolver el capital más los intereses. Una dificultad más para añadir a la subida de todos los precios, el aumento de los costes de producción y la presión fiscal.
El objetivo es enfriar la inversión, el consumo, las compras, el comercio y, con ello, obligar a bajar los precios ante el descenso de la demanda. Es decir, perjudicar el desarrollo de las empresas (todas) dificultando su actividad a costa de sus ingresos.
Los bancos restringirán, así, la concesión de créditos a las empresas. Y una vez más, sólo la participación del Instituto de Crédito Oficial (los ICO), en Baleares a través de ISBA, desatascarán las dudas de los analistas de riesgos. Y es que el aval del Estado será básico para mantener en marcha el sistema económico.
Y, con todo, el sector bancario intentará sobrepasar las incertidumbres provocadas por la quiebra del Silicon Valley Bank de California, la absorción obligada de varios bancos medianos de Estados Unidos por parte de los grandes y el fiasco del Credit Suisse y sus máximos accionistas de Arabia Saudita.
Una salida de la crisis que pasará, otra vez, por el rescate a fondo de los grandes sin fondos a costa de los créditos que necesitan los pequeños.
