Las poco más de 200 hectáreas actuales destinadas a plantas fotovoltaicas en suelo rústico en Baleares no son más que la punta del iceberg que traerá consigo la transición ecológica.
Pep Malagrava, director general de Energía y Cambio Climático del Govern, ha señalado este viernes que "para satisfacer estas necesidades energéticas, en 2050 se tendría que consumir aproximadamente un 1,4% del territorio de Baleares con infraestructuras energéticas".
De esta superficie, casi el 70 por ciento, unas 3.500 hectáreas, será terreno rústico destinado a plantas fotovoltaicas. Hablamos de una superficie equivalente, por ejemplo, a unos 3.800 campos de fútbol o a unos 50 campos de golf. Unos campos de golf, que por poner en perspectiva, suman un total de 29 a día de hoy en el archipélago.
Así, el propio Malagrava ha reconocido que "algo de suelo rústico se tendrá que ocupar si queremos llegar a una transición cien por cien renovable. Si no, es otra decisión que se tendrá que tomar. Este Govern lo tiene clarísimo".
Una superficie que desde el Govern aseguran que en ningún caso supondrá una reducción de suelo agrario. Un extremo que ponen en duda desde las entidades ecologistas de nuestro archipiélago, quienes han llegado a calificar de "desastre" este modelo de transición ecológica.
Una cuestión polémica y que tiene en el proyectado parque fotovoltaico de Mainou, entre Inca y Selva, su último exponente. Una planta de cerca de 70 hectáreas declarada como proyecto industrial estratégico por el Govern, y cuyo futuro, al no disponer del preceptivo informe medioambiental favorable, está en el aire.
"Entendemos que este parque no saldrá adelante en estas condiciones porque habrá caducado su permiso de acceso y conexión", ha deslizado el director general de Energía y Cambio Climático.
En cualquier caso, no se trataría más que de un aplazamiento, según lo expuesto por el Govern, de lo que está por llegar en un futuro próximo al archipiélago.