La economía de la comunidad autónoma de las Islas Baleare se agarra, en este 2023, a las lecciones sobre la recuperación y el renacimiento que hemos aprendido de los clásicos griegos. Así lo escribió Tucídides: “La historia es un incesante volver a empezar”.
Y este año que ahora empieza es el del volver a empezar para llegar allí donde estábamos en el año 2019, el último antes de que la pandemia llegada desde China obligara a cerrar la vida social y alejara el turismo de nuestras tierras.
Baleares, en ese momento, también fue líder, pero en negativo, en lo que nadie esperaba ni quería. Mientras el Producto Interior Bruto de España, por la paralización de todo, cayó un 11 por ciento, el de Baleares se precipitó más del doble: un 23,7 por ciento. Una verdadera debacle que nadie más en España padeció.
Un cataclismo que supuso la desaparición de 1 de cada 4 euros. De hecho, determinados sectores económicos ligados al turismo, en ese aciago 2020 no facturaron ni un euro. Aún conservamos como una imagen dantesca los hoteles cerrados, los restaurantes tapiados, los coches de alquiler aparcados inmóviles en los solares y el aeropuerto convertido en un edificio fantasma.
Sin embargo, el mismo turismo que cayó, ahora es el que está arrastrando, otra vez, la economía de la comunidad hacia cotas en positivo. Del rojo al verde.
Un crecimiento que, sin embargo, es macroeconómico, pero que no llega a todo el mundo por la baja productividad que lleva aparejado el sistema del turismo de masas y la baja cualificación profesional de los trabajadores del archipiélago.
De hecho, esta evidente recuperación no ha conseguido recolocarnos en el punto de salida anterior al 14 de marzo de 2020, cuando el presidente Sánchez ordenó el encierro masivo de toda España.
Que Baleares registra las tasas del paro más bajas de todo el Estado es cierto. También lo es que el crecimiento continuado del Producto Interior Bruto es, con Canarias, el más acelerado del país. Pero estas verdades se apoyan en la debacle económica más profunda de España padecida, precisamente, por las dos comunidades que más han apostado por la industria del ocio y los viajeros.
Con todo, de no fructificar las incógnitas que ahora sobrevuelan el futuro, las perspectivas son diáfanas.
La invasión criminal de Rusia a Ucrania parece controlada en sus efectos económicos colaterales al diversificar Europa sus fuentes de suministro de combustibles y trigo.
La ralentización consecuente de los mercados turísticos emisores alemán y británico está quedando mediatizada por las ganas de viajar de una Europa del norte aterida por el frío.
La contención de los salarios y los beneficios empresariales por el crecimiento del IPC están anestesiando la crisis.
La inflación frena dopada por los bonos y subvenciones de los gobiernos… Por tanto, el optimismo no es una utopía.
Conclusión: este año 2023 que ahora arranca será, ahora ya sí, el de la recuperación económica total para regresar a los niveles que perdimos con la Covid… Siempre que nada se tuerza y todas las previsiones, especialmente las de Fitur, se conviertan en realidad.
